viernes, 27 de noviembre de 2009

Lo que hay tras cada candidato...

En el caso de Piñera, están Renovación Nacional y la UDI, formando la Alianza por Chile, los que junto a otros pequeños movimientos conforman la “coalición por el cambio”.

Parecieran algo concreto y cerrado. En general, ambos partidos tratan de evitar que los conflictos, entre ellos, trasciendan a la opinión pública, y pretenden dar una imagen de unidad.

Pero, en el fondo, se presentan los viejos conflictos de los Pipiolos y Pelucones del siglo 19. Renovación Nacional, formada por antiguas familias allegadas a la propiedad de la tierra, de profunda raigambre católica, es un partido poco estructurado internamente y algo desordenado. Apoyaron al gobierno militar irrestrictamente, muchos de sus integrantes ocuparon cargos de gran importancia en el gobierno: Sergio Onofré Jarpa fue ministro del interior, en pleno período de protestas.

A su lado está la UDI, como antítesis. Partido formado por fundamentalmente por profesionales y empresarios de éxito, enriquecidos durante la dictadura, muchos de ellos. En su mayoría ostentaron cargos políticos durante aquel régimen. Muy estructurados, tratan de presentar una opinión monolítica y evitar la democracia interna. Por eso los descompuso la pretensión de Miguel Kast de sostener elecciones abiertas para la presidencia de su partido. Error imperdonable para aquellos dirigentes que piensan que el presidente del partido debe haber conocido en persona a Jaime Guzmán. Han desarrollado una fuerte base popular, producto de un trabajo serio y planificado. Pero dicha base, sólo tiene cabida como objeto de asistencia social y votación, sin posibilidades de acceso a cargos dirigentes.



A Frei lo sigue la Concertación por la Democracia. Conjunto de partidos que se unió para luchar por el no en el plebiscito de 1988. Lo conforman la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el PPD, el PRSD y otros movimientos más pequeños. Enemigos casi irreconciliables durante el gobierno de Allende, hoy son socios por más de 20 años y luchan por lograr su quinto gobierno consecutivo. Sin duda que ayudó presenciar, vivir y sufrir el horror de la represión que vino tras el golpe de estado. Hoy, como los matrimonios que han entendido que tanto la separación como la intransigencia es más espantosa que ponerse de acuerdo, han logrado superar profundos impasse. Ha sido la coalición de más larga vida en nuestra historia republicana...



Tras Enríquez Ominami, no existen estructuras ni equipos de partidos. Lo apoyan desde ex GAP, hoy acaudalados hombres de negocios, hasta economistas neoliberales que encontraron un espacio donde ser escuchados. Producto de un mal cálculo de la Concertación y la inexistencia de primarias vinculantes, detrás de este candidato, se suman aquellos electores que ven la posibilidad de protestar contra el sistema político chileno. Ya sea que no les guste la inamovilidad, transversal, de los dirigentes actuales o la arrogancia de quienes ostentan cargos directivos o desean que se produzca compulsivamente un cambio de generación y aparezcan políticos jóvenes capaces de dirigir el país. Candidatura inflada, al comienzo artificialmente, por la prensa de derecha, ha logrado trascender estos apoyos, brillar con luces propias y no necesitar, hoy, de ayuda externa para destacar y crear hechos políticos. No existe un padrón que reúna a todos estos electores. Pertenecen a segmentos ilustrados, urbanos, pero de grandes ciudades y capaces de variar su compromiso político de una elección a otra.


Arrate tiene tras de sí a la izquierda en su más pura expresión. El Partido Comunista y otros sectores postergados por el sistema binomial, hacen la fuerza para juntos poder. Con un porcentaje del electorado que ameritaba otra cosa, no han tenido participación parlamentaria, aún cuando siempre tienen algo propio que decir. Claro está que, mientras algunos sectores de derecha todavìa insisten en tratar de crear campañas de terror, los actuales militantes comunistas tiene poco que ver con aquellos militantes de los 60 o 70 o con los que, alguna vez, sufrieron “la maldita” y que soportaban estoicamente la pulla que cuando llovía en Moscú, salían con paraguas en Santiago. Es más, probablemente un joven dirigente comunista, que ni haya escuchado hablar de los crímenes de Stalin, se siente, en su casa, frente al plasma, a ver un partido de fútbol de alguna liga europea en un canal de alta definición y revise su correo cuyos mail llegan a un servidor ubicado en USA.


Lo curioso de todo lo anterior, es que la suma de los 4 grupos, no representa la población total de nuestro país…

Faltan todos aquellos que se mantienen afuera del sistema. Los que por alguna razón, poderosa y respetable por cierto, no están inscritos en los registros electorales…

Y faltan los que, según las encuestas, no responden, no saben o no quieren contestar por quien votarán. Grupo que puede tener influir significativamente en el resultado final de la elección...

Ahora si: todos estos grupos representan a Chile…

sábado, 21 de noviembre de 2009

Indecisos

En todos los escenarios que la encuesta CEP presenta, tanto en primera como segunda vuelta, el porcentaje de indecisos, de electores que no saben o no responden por quien votarán, es una cantidad tal que puede decidir el resultado de la elección en un sentido u otro.

Para el escenario de segunda vuelta Piñera-Frei, en una de las alternativas, este grupo llega a a 20%. En el caso de Piñera-Enriquez-Ominami, 28%. En los comandos descorchan champaña celebrando la posición que el candidato obtuvo o la proyección que presenta considerando las últimas encuestas, obviándolos. Y, al menos públicamente, todos evitan mencionarlos. Otorgan un sesgo de imprevisibilidad demasiado alto al resultado final.

Es dable dudar si en Chile los porcentajes de indecisos, a poco más de un mes de la elección, pueden llegar a tal cifra. En todas las elecciones de presidentes, desde 1958 a la fecha, el resultado depende de como se ha organizado la izquierda, el centro y la derecha, para ganar la elección.

Incluso, los 17 años de dictadura no cambiaron un ápice el esquema de nuestro padrón electoral: el centro y la izquierda, que representaron el no, ganaron por sobre la derecha que apoyó el sí. Desde ese momento, la Concertación, o sea los mismos que ganaron con el no, han ganado, a la derecha, las 4 elecciones presidenciales.

Tal línea de votación no se hubiera podido dar si, en nuestro país, existiera un alto índice de indecisos. Tras 19 años de democracia, deberían haberse notado. La Concertación no ha hecho gobiernos tan impecables como para que la siguieran apoyando a pie juntillas. En algún momento, deberíamos haber visto algo que rompiera los esquemas, que nos dejara a todos con la boca abierta y sin ninguna explicación. Salvo que una gran masa flotante, un día, y sin previo aviso, decidiera cambiar su voto.

De ahí, entonces, que también es dable pensar que ese alto porcentaje de indecisos ya debe tener considerado por quien votar aunque no lo reconozca. Pero las candidaturas no los pueden obviar y apuntan los esfuerzos en ganar su preferencia, aún cuando sea una lucha en vano.

¿Y qué puede influir en un indeciso para fijar su voto?

La verdad, cualquier cosa. No tiene por qué ser un acto racional o consciente.

Piñera, saltándose la fila en Pudahuel para abordar un avión, puede influir en los indecisos. Enriquez-Ominami en ENADE, hablando de un Primer Ministro para Chile o el beso lésbico en la franja televisiva de Frei, también puede influir. Arrate con su candidatura testimonial, puede ser un poderoso imán para quienes aún no han fijado posiciones.

Pero, claro, estos hechos fijan posiciones, pero no aseguran hacia donde las equilibran. Cada elector interpreta los hechos a su manera y lo que para algunos asegura el voto para la Centroizquierda, para otros, el mismo hecho, los hará votar por la derecha.

Tanto Frei, como Enríquez-Ominami presentan, en la encuesta, un porcentaje de votación menor que los porcentajes históricos obtenidos por la Concertación, desde el 90 a la fecha.

Se colige, entonces, que dentro de la masa de indecisos, existe un alto porcentaje que ya votaron alguna vez por la coalición gobernante. Está por verse cual será su comportamiento. Pueden dar el golpe a la cátedra y convertir a Piñera en el primer candidato de derecha que gana, con este único apoyo.

Pero, si los que, alguna vez, indecisos hoy, votaron por Aylwin, Frei, Lagos o Michelle Bachelet, obedecen a su ADN y reconocen fila en la Concertación, el resultado de la segunda vuelta no tendrá sorpresa alguna. Como ha sido siempre: la izquierda y el centro ganarán a la candidatura de derecha...

jueves, 19 de noviembre de 2009

El interés por la elección presidencial

En un mes se llevará a efecto la quinta elección presidencial desde que Chile recuperó la democracia, después del plebiscito de 1989.

Recién en este momento se autoriza, por ley, la publicidad electoral. Aparecen algunas paredes pintadas, algunas afiches en algunas calles y, tal vez la gran revolución de las elecciones siglo XXI, la franja electoral televisiva. Y en las noticias, vemos que uno u otro candidato recorrió tal feria libre o sostuvo una reunión en algún gimnasio municipal de pequeño pueblo.

Aparece todo como una actividad de segundo o tercer plano. En algunos casos hasta pareciera molestar o tomarse como una actividad que estamos obligados a soportar.

Pude presenciar, no es ningún mérito, sólo un problema de edad, la elección presidencial de 1970. El esfuerzo desplegado en aquella ocasión, no guarda relación alguna con el presente.

No existía un uso masivo de los medios televisivos. Tampoco existían computadores, mail o celulares. Los grandes vehículos publicitarios eran la prensa escrita y hablada. Existían comandos comunales, reparto de propaganda, rallados, participación de los estudiantes, especialmente universitarios, la ciudadanía se organizaba.

El valor del dólar paralelo, en ese tiempo la divisa tenía precio fijo, se disparó y se decía que todas las grandes inversiones, estaban paralizadas esperando el resultado de la elección del 4 de septiembre.

El ambiente estaba sobrecargado de muchas emociones, sin embargo, no tenía cabida la indiferencia.

Indiferencia que hoy pareciera ser la única emoción permitida.

Mucho se habla del millón y medio de jóvenes que no están inscritos en los registros electorales. Se tramitó en el Congreso una ley que inscribe automáticamente a todos estos jóvenes, evitándoles el trámite de inscribirse en el Registro Electoral.

Pero tras todo esto, se esconde una actitud de indiferencia de la población hacia toda la actividad política.

Nadie parece tomar el toro por las astas ofreciendo un camino que ofrezca respuestas políticas que terminen con esta indiferencia. Es como para preguntarse si esta situación se mantiene porque más de alguien se siente favorecido...

Mientras, seguiremos viendo la campaña electoral para el próximo período presidencial, en un segundo plano de las actividades cotidianas

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