jueves, 26 de febrero de 2015

Rentabilidad



Básicamente, los empresarios, los inversionistas o quienes tienen control sobre los destino de una empresa, buscan aumentar permanentemente sus utilidades. Única manera de crecer.

La información contable va entregando oportunamente, los resultados de esta gestión, de tal manera que si un aspecto del negocio, arroja pérdidas, simplemente, se cierra.

La permanencia de una empresa privada, cualquiera sea el giro, permanece en el mercado y logra subsistir con el paso de los años, siempre y cuando, ejercicio por ejercicio, los resultados le sean favorables. En una situación excepcional, podría darse el caso de un período con pérdidas. Pero debe ser un período acotado y no representar, por caso alguno, la norma.

Y cuando las utilidades se acumulan  y siguen aumentando, siempre se buscan alternativas de inversión, financieras, bursátiles o en nuevas áreas del negocio. Pero con un objetivo claro y central, maximizarlas.
Luego, cualquier dinero que salga de la caja, siempre lleva este objetivo asociado. Ni un peso sale sin pensar en el retorno con que se beneficiará la empresa.

Resulta extraño, entonces, que hoy tengamos en nuestro país, escándalos de aportes de dinero, en que aparezcan 2 grandes empresas y un banco involucrados con particulares.

Estos particulares son de los más diversos colores políticos e, independiente si los hechos son constitutivos de delito o no, tenían claros los propósitos para los cuales necesitaban el dinero: candidaturas a parlamentarios, la mayoría, y el préstamo para inversión inmobiliaria, como caso único.

Pero miremos el caso desde el otro lado. Las cifras que estas 2 empresas y el banco facilitaron a estos particulares, son enormes.

Si cifras de esta envergadura hubieran partido a alguna inversión, el empresario, accionista o controlador, hubiera exigido un estudio que le hubiera calculado, al menos, la TIR del proyecto.

Pero, estas sumas de dinero partieron hacia intangibles. Y de dudoso éxito. Nadie puede asegurar que, con un peso más, va a resultar elegido en la próxima elección. Como tampoco se puede asegurar el avalúo de terrenos permanezca constante, al menos.

Entonces queda flotando la pregunta:

¿Cómo se midió la rentabilidad de estos aportes?  

lunes, 16 de febrero de 2015

Los empresario, los candidatos, el banquero y el hijo



De tanto en tanto, nos enteramos de acciones que sobrepasan la confianza pública. La sociedad se estremece, las alarmas quedan superadas y cunde un clima de desesperanza, porque, mal que mal, dado un marco legal, todos asumimos la buena fe de nuestros actos y de los del prójimo. 

No importa si se trate se soborno, cohecho, negociación incompatible, intereses incompatibles, tráfico de influencias, uso de información privilegiada, lobby u otro ilícito.

Estos hechos tienen tres características. La primera de ellas, es que estos abusos, atraviesan todo el aspecto social, en todas las direcciones imaginables. Nadie está exento y ninguna institución a salvo. Ya sea una oficina pública a cualquier nivel, iglesia, partido político, empresas comerciales, clubes deportivos, corporaciones, etc. Nadie, entonces, puede señalar a otro como más o menos corrupto o más malo o con peores intenciones.

La segunda característica, es que deben ser siempre esclarecidos. La investigación que se haga debe ser lo más transparente que se logre y los responsables deben pagar por ello. Dejar algo en una nebulosa o sin explicar, sólo favorece que sigan realizándose y, a la larga, termina por minar el prestigio que debe salvaguardar todo tipo de instituciones.

En estos días, hemos sido bombardeados por el escándalo desatado en torno a Penta y la UDI, primero y después, por el préstamo conseguido, aparentemente, por el hijo de la Presidente en el Banco de Chile.

Claramente, un hecho no lava al otro. Ningún sector puede autodefinirse como mejor que el otro o justificando sus acciones, reflejadas en la otra situación. Más aún, si lo llevamos in extremis, lo que haya hecho uno de los actores, llegado el momento, no sirve ni como atenuante ni agravante, en una sentencia judicial que involucre a otro de los actores.

Si los dineros que repartió Penta a candidatos a parlamentarios, a través de la UDI, o que entregó al Subsecretario de Minería, son constitutivos de delito, deberán ser juzgados por los tribunales correspondientes.

El mismo análisis corre para los dineros recibidos por el hijo de la Presidente. Y si, según pareciera, no son constitutivos de delito, los organismos fiscalizadores deberán analizar el caso por si hubiera quedado alguna sanción administrativa, al menos, involucrada en estos hechos.

La tercera característica, es que, en ambos casos, se trató de flujos de dinero desde una gran institución comercial,   hacia particulares, candidatos a parlamentarios, en un caso, el hijo de la presidente y su señora, en otro. Ambos, también, fueron autorizados por los controladores, tanto de la sociedad de inversiones, como del banco…

Cabría preguntarse, entonces, cuales son las garantías que pidieron por estos flujos de dinero, cuales los objetivos de los empresarios y el banquero, para autorizarlos y que pensaban ganar con esta situación…

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