domingo, 28 de agosto de 2016

¿Fin de la Nueva Mayoría?

Hemos podido leer en la prensa y escuchado en la TV, comentarios de algunas mentes preclaras, vaticinando el fin de la Nueva Mayoría, junto con el término del actual gobierno. Ni siquiera se plantean la posibilidad de enfrentar la próxima elección presidencial como coalición.

Es dable preguntarse cómo podría reordenarse el naipe, si se rompiera la actual coalición de gobierno.

¿Podría irse la Democracia Cristiana? Siempre es posible. ¿Adónde podría irse? No tiene muchas opciones. Sólo tres.

Una de ellas, es seguir un camino propio y volver al centro político chileno. Tiene la ventaja que es el lugar dónde más cómoda se siente la DC, pero lleva a repetir, en la próxima elección presidencial, casi 50 años después, el mismo esquema de la elección de 1970. Claramente, este camino no deja muy claro un escenario, en el mediano y largo plazo, que pudiera ser mejor que el presente.

La otra opción es unirse, en una nueva e inusitada decisión, con los partidos que conforman la Alianza por Chile. O sea, por la Derecha. No imagino esta opción, sin un quiebre del partido.

Resulta muy difícil, imaginar que todos los militantes de la DC, aceptarían votar por una coalición que los aune con los mismos personajes que fueron ministros de Pinochet, que avalaron con sus actos y omisiones, los atropellos a los derechos humanos y las privatizaciones de todas las empresas públicas. Sin olvidar la participación que les cupo en la muerte de Eduardo Frei Montalva.

Opción muy difícil de ver realizada. Tendría un costo político demasiado elevado.

La tercera alternativa, sería crear un nuevo referente sólo con algunos partidos de la actual Nueva Mayoría, manteniendo una posición de centro izquierda.  ¿Pero, cuáles? Tal vez, el Socialista, cómo ha sido en las elecciones de Concejales. Pero aquí, más fácil que pensar con quien pactar, el problema está en decidir con cuales no pactar.

La prensa de derecha, en su lógico papel, ha hecho mucha gárgara con eventuales malos entendidos y enfrentamientos entre el la DC y el PC. Para esta prensa, la posición de los comunistas en la coalición de gobierno es, sin dudar, de preeminencia en todo lo que se decide en La Moneda. El PC es el único que toma decisiones y la DC se está transformando así, en algo menos que una caja de resonancia, donde no la consultan para nada.

Algunos opinantes sedicentes democratacristianos, han tenido cabida en esta prensa, porque han seguido la línea de análisis de los conflictos de su partido con el PC y, como dijimos al comienzo de este escrito, plantean el terminar con la Nueva Mayoría. Termina creándose así, un clima en que aparece evidente, cual podría ser el quiebre de la Nueva Mayoría y con quien no debería volver a pactar.

Al final, queda la sensación que estas decisiones se terminan tomando, más por las influencias de la prensa, que por motivos políticos o ideológicos. Lo cual hace más difícil tener la claridad suficiente para tomar nuevas posiciones o buscar nuevos caminos.

La alternativa de reemplazar la Nueva Mayoría, pactando con los mismos partidos que hoy la forman, al margen de quiénes y cuántos sean sus compañeros de ruta, permite que la DC mantenga su posición de Centro Izquierda, posición que ha mantenido desde los días de octubre de 1988 y que tampoco le incomoda.  El backstage de esta alternativa, es que la derecha mesa sus cabellos tratando de entender esta posición, en un partido cristiano…

Pero Chile es un país pequeño. Todos nos conocemos. Así que, cualquiera sea el camino por elegir, siempre veremos las mismas caras…

domingo, 21 de agosto de 2016

Crisis y agoreros

Incontables han sido las opiniones sobre la crisis que se cierne sobre Chile, emitidas por dirigentes gremiales, empresariales, economistas de algún Think Tank, parlamentarios, ex parlamentarios, ministros, ex ministros y todos aquellos que han tenido al frente una cámara o una grabadora.

Hablan de crisis, sin ponerse de acuerdo si la crisis es institucional, política, financiera, de crecimiento, de confianza o desconfianza en alguien o en algún estamento, organización, institución o clase social.

Coinciden, eso sí, en tratar de decir la frase para el bronce, la más acertada, la que los sacará del anonimato y los volverá a situar en el nivel o en la situación o cargo del cual, consideran, nunca debieron salir. El sueño del pibe es que todos digan “fulano tiene razón, eso es”, pero, no solo nadie da la razón al vecino, sino que ni siquiera se escuchan unos con otros.

También coinciden en evitar decir cuál sería el camino para salir de la crisis que ellos mismos vaticinan o diagnostican. Nadie mira al futuro, porque le temen o porque no se les ocurre idea alguna o porque el periodista que los entrevista no quiere esa respuesta.

Todo, respaldado u orquestado por una prensa que se nutre con citas agoreras que aportan poco al futuro de nuestro país, pero ayudan a vender o a conseguir rating.  Y leyendo o escuchando noticias, sin duda que el presente de nuestro país se ve hundido, desde cualquier punto de vista que se mire. Tampoco se vislumbran soluciones, ni líderes que nos saquen del atolladero.

Así, mientras sea negocio, no sólo económico, seguirán apareciendo gurúes haciendo gárgaras con la crisis.

El despertador suena estridente, de lunes a viernes, en algunos casos, también sábados o domingos, y el recién despertado, anónimo y sin mayor interés en la cosa pública, debe levantarse, tomar desayuno y subir a su auto, al Transantiago o al metro, para dirigirse a un lugar donde debe cumplir con las 45 horas semanales que ordena el Código del Trabajo.

En su diario rodar, en su cotidianeidad, lo ajeno, se ve lejano. Sin interés. Todos los días seguir la misma rutina, que permita pagar el colegio o la universidad, el arriendo o dividendo, el supermercado o la feria, significa tal desgaste, tal consumo de energía, que no queda mucho tiempo para levantar la cabeza.

Crisis sería que, a fines de alguno de estos meses, la liquidación de sueldo venga con un aviso de finiquito…

lunes, 1 de agosto de 2016

Pensiones II

Dos factores, al menos, deben considerarse, en cualquier análisis que se haga sobre el sistema de pensiones: uno, desde el punto de vita del imponente. Desde el punto de vista de la institución que recibe las cotizaciones y debe pagar las pensiones, el otro.

El cotizante

El imponente, el trabajador que, mensualmente, aporta o debería aportar, un porcentaje de su sueldo para incrementar su fondo de jubilación, alega que la pensión que recibirá, es un monto muy reducido, en relación a sus últimos sueldos. Aquí debemos considerar otros dos aspectos.

Uno, es la cantidad de años que el trabajador cotiza en el sistema. Si se empieza a trabajar entre los 20 0 25 años de edad, al momento de jubilar, deberían estar cotizados poco más de 40 años. Cabría preguntarse, ¿cuántos trabajadores lo logran? Tengamos claro que existe una relación directa, entre los años cotizados y el monto de la pensión. Menos años trabajados, menos dinero para jubilación. Y esto ocurrirá en cualquier sistema.

Dos, si un trabajador mantiene, durante toda su vida productiva, un sueldo bajo el sueldo promedio de los cotizantes, no puede pedir que, el monto con que vivirá cuando deje de trabajar, mejore su nivel de vida o, siquiera, mantenga el que ya tiene. Sobre todo, en un sistema, al cual hemos llegado en Chile, que se caracteriza por pensiones magras, por decir lo menos. Se da el caso de trabajadores que cotizan por un monto menor que el porcentaje que corresponde a sus ingresos. Aquí, si la pensión no da, no se puede reclamar

El pagador

Las AFP.

Las AFP representan el paradigma del sistema de capitalización individual, de fondo de pensiones. Sistema que, durante bastante tiempo, ha estado en el ojo del huracán, respecto al monto de las pensiones que cancela a quienes han jubilado en este sistema y respecto a las comisiones que cobrar a los imponentes.

Quienes defienden este sistema, empresarios o dirigentes de organizaciones empresariales o funcionarios de ONG asociadas a la derecha, que lo dicen como si fuera un axioma o un dogma y sin respaldar la información con antecedente alguno, sostienen que el sistema de reparto ha fracasado en el mundo. No tienen otra opción. Se han visto favorecidos con la creación de las AFP y el flujo que ha existido, desde ese entonces, en dos direcciones.

Una de ellas, a financiar, con aportes de capital o comprando bonos, los grandes conglomerados, los grandes holdings o las grandes sociedades anónimas, del retail, de los servicios, seguros o financieras.

El otro, cancelando generosamente, dietas por asistir a los directorios de la AFP. Según lo mencionaba Elmostrador.cl, durante el 2015, hubo directores que cobraron más de 100 millones de pesos por dietas, al año. ¿Cuál es el origen de estos dineros?

Es claro entonces, que no pueden arriesgarse a perder el negocio de administrar los flujos que pagamos todos los cotizantes, mes a mes. Y claramente, este negocio ha sido mucho más fructífero para los administradores que para los cotizantes.

Prueba de ellos, es que hoy en día, de las 6 AFP, 4 pertenecen a fondos de inversión extranjeros y tiene presencia en una quinta. Ventas en las cuales, los cotizantes no tenemos nada que decir.

Las Cajas

En el otro extremo están las cajas de previsión, adalides del sistema de reparto. Quienes defienden al actual sistema, las dan por quebradas, obsoletas o ineficientes. Ni tanto ni tan poco.

Existían varias. Cualquier sindicato o mutualidad que se sintiera suficientemente fuerte, podía crear una caja de previsión. Cumpliendo condiciones de entrada, empezaban a funcionar. La Caja Bancaria, la de los trabajadores portuarios, de ferrocarriles y, sin olvidar CAPREDENA y DIPRECA, por citar algunas. Las más grandes, ambas estatales, eran la Caja de Empleados Particulares y el Servicio de Seguro Social.

También aportaban sus ripios. Estas cajas no pagaban todas, las mismas pensiones. Algunas eran famosas por dejar a sus empleados jubilados en mejores condiciones. Se jubilaba por años de servicio y, era importante para tener una pensión adecuada, no tener “lagunas”. Se entendía por esto, años sin cotizar.

Los trabajadores cotizaban algo del 20% de su sueldo y también se oían quejas por lo magro de algunas pensiones. Claro que eran por el resto de la vida del ahorrante. No se concebía, en ese sistema, que los fondos de algún trabajador jubilado, pudieran terminarse.

El sistema de reparto consistía que todos los cotizantes cooperaban a un fondo común y de ahí se sacaba lo necesario para pagar las pensiones, de quienes estaban jubilados.

Estas cajas dejaron de estar en primera línea, en la recaudación de las cotizaciones previsionales, en mayo de 1981. O sea, quienes las critican hoy, están criticando una situación de 35 años atrás.

¿Qué hacer?

El sistema no tiene solución fácil. Las AFP actuales y un sistema de reparto representan los dos extremos de un continuo de alternativas.

A mi juicio, lo que lleva de un extremo a otro de este intervalo, es la solidaridad que se puede introducir en el sistema. Solidaridad que puede venir de distintos lados y expresarse de distintas formas: aportes monetarios de los empleadores, aportes en mayor edad de jubilación de los trabajadores, aportes estatales más allá del pilar solidario. Naturalmente, alguien debe pagar ese costo. Quien lo asuma, es materia de análisis y discusión

Cuantificar la solidaridad que se introducirá en el sistema, pasa por el concepto que se tenga de sociedad.

Las AFP representan un sistema absolutamente individualista. Cada uno se rasca con sus propias uñas. No es casualidad que haya nacido, prohijado por una dictadura de derecha, sedicente neoliberal.

Pareciera un contrasentido que, durante los gobiernos de la Concertación un sistema individualista haya perdurado. La centroizquierda, que representa este conglomerado político, tiene un factor de solidaridad como motor de crecimiento, que no ha logrado traducirlo en mejoría de los sistemas previsionales.

Últimamente se ha hablado de una AFP estatal, que despierta ácidas críticas en los sectores directivos de las otras AFP. Podría ser un primer paso.

Pero tienen que darse varios más. Enfrentar a la prensa, a los intereses económicos, a los quorum en el Congreso, son solo algunos y tal vez, ni siquiera los más importantes.

Dos reflexiones finales.

La primera es que la reforma que se haga, debe ser a un nivel tal que, aunque las AFP sigan existiendo, tengamos la certeza que el sistema de capitalización individual, tal como se concibió a comienzos de los 80, en Chile, no tuvo el éxito que se profetizó. La solidaridad debe introducirse en algún aspecto acabando con el sistema de capitalización individual, deviniendo así a un sistema más humanizado

La segunda, querido lector, es que si Ud. cotiza, cualquiera sea el sistema que cobije su jubilación, una cantidad pequeña, mes a mes y, además, no cotiza durante largos períodos de su vida laboral, no alegue si la pensión la encuentra muy baja…

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