martes, 26 de julio de 2016

Pensiones

Si un trabajador, durante toda su vida laboral, tiene un sueldo equivalente al promedio que se cotiza mensualmente en las AFP, al llegar el momento de jubilar, su pensión no la garantizará un mejor nivel de vida, ni siquiera mantener el que, hasta ese momento, sostiene.

Por el contrario, la pensión no estará sujeta a la cantidad que imponía, tampoco a lo que ganaba en un mes, sino al monto ahorrado. El sueldo, en este caso, no sirve ni como referencia.

Junto con esto, considerando el aumento de las expectativas de vida y si el trabajador goza de buena salud, llegará un momento en que los ahorros se terminarán y la AFP se lavará las manos. Simplemente, se acabó el negocio y el Estado deberá financiar la pensión mínima del trabajador, por lo que le quede de vida.

Si falleciera antes de agotar sus fondos, estos pasan a formar parte de la herencia, salvo que haya suscrito un convenio con una compañía de seguros. Las compañías de seguros ofrecen, a partir del fondo individual acumulado, una pensión mensual vitalicia. Pero si el trabajador fallece antes de agotar estos fondos, el saldo queda para la compañía de seguros, no pasan a sus herederos.

De un tiempo atrás, las compañías de seguros proponen asegurar en años, a los eventuales herederos. O sea, quien se pensiona, puede pedir que por 15 o 20 años, queden como herencia, los fondos que no alcanzó a retirar, si fallece. Evidente que las compañías castigan la pensión mensual, cuando aparecen estas variables.

Parecen demasiadas decisiones, al momento de querer jubilar por edad. Lo peor, que lo decidido hoy, puede repercutir en 20 o 25 años más, cuando ya no queden muchas más opciones, por no decir ninguna.


Y todo esto, se debe asumir solo frente a la propia conciencia, frente a un sistema cruelmente individualista que no conoce de solidaridad. 

sábado, 2 de julio de 2016

Sólo Fútbol

Aún no se acallan los ecos de la tanda de penales entre Chile y Argentina, en al final de la Copa América Centenario. Durante toda la semana, ocuparon titulares y páginas de los periódicos y largos minutos de los noticiarios televisivos. Dejó en segundo plano a la política, farándula, telenovelas y todo aquel hecho que habría ocupado alguna primera página o algún titular en la tele.

El fútbol se ha estudiado desde el punto de vista sociológico, sicológico y varios otros más, pero no se ha llegado a conclusiones definitivas o universales. Es un juego, sólo un juego, pero que abarca muchos aspectos de la sociedad. Sirve como desahogo social. Es cosa de preguntarse cuanta tensión social, se descarga al celebrar un gol de la selección.

El hincha desarrolla un sentimiento de pertenencia hacia la institución por la cual va al estadio, sufre, grita, se alegra, se entristece, pasa rabias. Pero evita la marginalidad, saltando en el tablón con otras personas que llegan, también, a ese punto, no importa si por cual motivación.

 También desarrolla una identificación con el equipo de sus amores, al punto de decir ganamos o perdimos. Él también contribuyó al triunfo. Tal vez no chuteando la pelota, sino alentando desde la galería. Y ese esfuerzo le da derecho a incluirse en el resultado.
El torneo al cual nos referimos, fue ganado por un equipo formado por una selección elegida entre todos los jugadores profesionales chilenos. Y son estos jugadores, que participaron en todo este proceso, los únicos que, en definitiva, logran ganar algo, puesto que, al ser profesionales, no juegan gratis.

Pero todo el país, la prensa incluida, no considera que ganó una Selección Chilena de fútbol, sino que ganó “Chile” y todos nos sentimos participantes de este triunfo.

La FIFA, organismo mundial que regula este deporte, tiene más países asociados que la ONU y mueve una cantidad de dinero, superior al PIB de muchos de los países que la integran.

Este último tiempo, hemos sido sorprendidos por las acusaciones de corrupción, en los más altos niveles de la organización. Varios ex dirigentes de la CONMEBOL, mandamás sudamericano, están presos en Nueva York, acusados de lo mismo y esperan juicio.

Sin embargo, esto no detiene el juego, ni disminuye la pasión de los hinchas, por el contrario. Semana a semana, se ven estadios llenos y una gran cantidad de partidos transmitidos por la televisión. No debe haber minuto alguno que, durante un sábado o domingo, al menos un canal, no esté transmitiendo un partido de fútbol.

Y el día lunes tiene otra cara, otra luz, otro ánimo, cuando nuestro equipo ha ganado. Sobre todo cuando le ha ganado al equipo de nuestro jefe, socio o compañero de oficina…


En definitiva, si el equipo que yo apoyo, gana o el equipo que yo apoyo, pierde, sigo siendo el mismo…

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