domingo, 28 de mayo de 2017

Todo por ser presidente



La propaganda.

Las intervenciones públicas que Sebastián Piñera realiza, repiten el mismo esquema: el gobierno actual es malo, está equivocado, ha destrozado al país, ha disminuido las fuentes de trabajo, las reformas llevadas a cabo son desastrosas, se estancó el crecimiento. Por el contrario, él tiene las recetas exactas y precisas, así que su gobierno llevará a cabo las acciones y tomará las medidas necesarias, con total éxito, para solucionar todos los males que hoy aquejan a Chile, producto del gobierno de la Nueva Mayoría.

A fuerza de repetir siempre el mismo esquema, más de alguien adquiere el convencimiento que el Gobierno, efectivamente, es todo lo malo que el candidato de la derecha indica. Así también, más de alguien asume que Sebastián Piñera tiene todas las recetas para que Chile crezca, bajo su presidencia. Las frases son muy fáciles de recordar y repetir, pero de dudoso contenido, profundidad o certeza.

Claramente, el diagnóstico que realiza y las soluciones que ofrece, tienen mucho de slogan y no son verdades absolutas. Es más, las frases están cargadas de juicios de valor, de adjetivos calificativos que, al calor de la intervención y escuchadas solo por partidarios, se dejan pasar, nadie las contradice y casi terminan aceptándose como verdades.

En más de algún caso, las causas y efectos, no guardan relación o se trata de soluciones cuyas variables, no dependen de la voluntad del gobierno de turno. Pero no importa, ahí se están repitiendo y con un tono y carácter tal que habla a sus eventuales electores, como si ya hubiera ganado la elección.

Más claramente se ve cuando, sus adláteres, se refieren a él, como “Presidente”. Y cuando dice “vamos a hacer esto o lo otro…”. No se plantea una situación en que elección sea eventual. Yo ya gané, es lo que pretende transmitir.

Nada es casual. Obedece a una estrategia de propaganda pre-establecida. Así debe hablar, esto debe decir y repítalo siempre. Actitud que, en una conferencia de prensa frente a periodistas incisivos o en un debate con contendores rápidos de diálogo, no es sostenible porque se vería obligado a profundizar sus críticas y a precisar sus soluciones. Y el plan propagandístico, no contempla estas situaciones.

Tampoco planea hablar sobre su gobierno anterior. Escuchándolo, nadie puede suponer que se trataría de su segundo período. El primero no existió, no existe la posibilidad de autocrítica sobre lo que podría haber hecho erróneamente, por el contrario, que se lo planteen, es un despropósito en su discurso.

Por eso Piñera sólo habla frente a un auditorio cautivo y da entrevistas a periodistas de su sector o fuertemente pauteados. Así, su comando ha tratado de evitar un debate televisivo con Ossandón, producto de las primarias. De otra manera el esquema “ustedes malos, yo bueno” no se sostiene.

Divide al país en buenos, él y sus seguidores, y malos, los que apoyan al gobierno y los que no lo apoyan a él. Y esto lo hace hablando alto, golpeado, seguro de lo que dice, mostrando confianza y seguro de ganar. Por sobretodo, siempre, la imagen de triunfador…

Bien por sus propagandistas.


Los conflictos de intereses.

La cantidad de artículos que han aparecido en la prensa, informando sobre conflicto de intereses que involucren al candidato de la derecha, son innumerables. Considerando, además, que fue citado como imputado a prestar declaraciones ante la Fiscalía. Se descubrió que tiene empresas  en paraísos fiscales, cuyo único objeto es no pagar impuestos en Chile.

Sin embargo, el inversionista mantiene, impertérrito, los primeros lugares en las encuestas. Pareciera que los electores decididos a votar por él o los que creen que será el próximo presidente de nuestro país, conocen esta arista de su personalidad y, aun así, mantienen su disposición para marcarlo en el voto.

Algunos con buena memoria, han recordado que, en la elección pasada, la UDI bajó a Golborne como candidato, porque se descubrió que tenía una cuenta en cierto paraíso fiscal. El partido de extrema derecha no le aceptó sus explicaciones y el ex ministro de minería debió declinar su candidatura.

Sebastián Piñera, al igual que Golborne, también, como ya dijimos, tiene una empresa en un paraíso fiscal. A mayor abundamiento, incluso formada por hijos y nietos.  Pero ahora la UDI mira para otro lado y no le da importancia a un conflicto de interés que, hace 4 años, no dejó pasar.

Hay dos razones para esto. La primera, Piñera encabeza todas las encuestas y la derecha cree que está jugando una carta segura a ganador. Segunda, no tienen candidato alternativo. Piñera es todo o nada. Por eso, un partido como la UDI, con un gran súper ego, debe aceptarle las particularidades de su personalidad.

Cuesta, entonces, encontrar alguna causa, por la cual los partidos de derecha pudieran echar a un lado la candidatura del ex senador. Debería descubrirse un escándalo de proporciones mayores ilegal o ilegítimo. Y pareciera que, a esta altura de la carrera, ya nada más puede aparecer, en esos términos.

Variable que quienes gastan gran parte de su energía en criticar, por su conducta e intereses, deberían analizar, porque pareciera que, por este camino, no le hacen mella al candidato inversionista.


La cercanía a la gente.

Para las primarias de la derecha, Sebastián Piñera deberá realizar una campaña que abarque todo Chile. No puede correr riesgos. Ossandón no le va a regalar nada. Será un apronte de lo que venga con la presidencial, si gana la primaria.

Y ahí veremos a un candidato que no puede arriesgarse a estar en actos espontáneos, con la gente en la calle o en cualquier otro lugar abierto. No lo veremos, sábados o domingos, recorriendo ferias libres o visitando un evento deportivo o artístico.

Lo veremos en actos públicos, pero donde pueda controlar la asistencia y nada más.  Y al aire libre, sólo rodeado de periodistas y cámaras de televisión, como cuando visitó Chañaral, después del último temporal.

O sea, en la carrera presidencial, está corriendo un candidato que, si ganara, debería pasarse encerrado 4 años en La Moneda, porque no podría caminar en ninguna vereda, ni cruzar una calle o atravesar una plaza o visitar un mall. Menos aún, asistir a un partido de fútbol de la Selección Chilena, en el Nacional…

Todo sea por ganar una elección presidencial…

viernes, 12 de mayo de 2017

¿Ético?

En el Partido Socialista, quienes recomendaron realizar las inversiones que hemos conocido por la prensa, consideraron solamente el punto de vista financiero. Probablemente, incluso, más de alguno de los integrantes del comité de inversiones hizo gala de su conocimiento bursátil, para apoyar esta recomendación.

El tema llegó a tal punto, que las inversiones se hicieron en una ancha muestra de papeles, cumpliendo así, con una de las principales medidas que debe tomarse para disminuir el riesgo: no poner nunca todos los huevos en la misma canasta.

Claramente, no hicieron nada ilegal, pero sin duda, que el tema escapa de los límites de lo meramente legal. Aquí faltó, por descuido, desidia, comodidad o quien sabe qué, un llamado de atención para conciliar lo legal con la doctrina, de compatibilizar los principios con la rentabilidad.

Entonces, siendo un partido de izquierda, el tema, éticamente, es del todo reprochable.

Más aún, cuando el partido ha formado parte de campañas en que enrrostran esto mismo a políticos y organizaciones de derecha, independiente que puedan o no tener razón.

Una vez más, no se ha revelado como buena mezcla el dinero y la política. Y, una vez más, sale perjudicada la política. Como también sale perjudicada cuando se habla de paraísos fiscales.

Si un chileno se lleva una empresa chilena a un paraíso fiscal, esa empresa no deberá tributar. En modo directo; no pagará un solo peso de impuestos, a nadie. De ahí el nombre de paraíso fiscal.

Quien posee una empresa en nuestro país, debe pagar, al fisco chileno, un impuesto sobre las utilidades. En el paraíso fiscal, las utilidades no pagan, son gratis.

Si en Chile una empresa crece, este crecimiento contribuye, en proporción adecuada, a aumentar el PIB chileno. En un paraíso fiscal, cuando una empresa crece, el único que crece, es su dueño.

Imaginemos, por un momento, que en nuestro país sale elegido Presidente de la República, un ciudadano que tiene empresas en un paraíso fiscal. Como Presidente de la República, este ciudadano tendrá como principal objetivo que Chile crezca, vaya dejando atrás el subdesarrollo y alcance los estándares de una sociedad desarrollada.

Claramente, para esta tarea todos los chilenos debemos cooperar, remar coordinadamente en la misma dirección, atornillar para el mismo lado y aportar uno más otro y otro granito de arena. Debemos poner todos nuestros esfuerzos en la consecución del crecimiento.

Pero ocurriría que el Presidente de la República no cumpliría con esto. Porque cuando su empresa en el paraíso fiscal crece, a Chile no le reporta el menor tributo, no llega ni siquiera una chaucha, como dirían nuestros abuelos, al fisco chileno.


O sea, el Presidente de la República rema para otra dirección y atornilla para otro lado. ¿Ilegal? En absoluto, todo se ajusta a la legalidad vigente. ¿Ético?...

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