lunes, 21 de agosto de 2017

Violación y aborto

Se trata de una ley sobre aborto. Así que, cualesquiera que sean nuestras posiciones al respecto, creo que el resultado no da para alegrarse, ni para sentirse triunfador. Tal vez, para sentir una cierta satisfacción interior, si el fallo del tribunal constitucional coincide con la opinión individual.

Termina así un camino escabroso que demoró más de dos años en ser recorrido. Si hacemos caso a la votación del Congreso como representativa de todos los electores que elegimos a nuestros parlamentarios, la mayoría de Chile está de acuerdo con la promulgación de esta ley.

El paso por el Tribunal Constitucional, al igual que situaciones anteriores, es el último pataleo de la derecha, que se ve superada por el juego democrático. 

Aunque, debemos reconocer, en todo momento, que el tema no es de solución fácil. Especialmente, la tercera causal de aborto, la del embarazo por violación.

Esta causal se diferencia esencialmente de las otras dos: no hay un padre que solidarice, contenga o comparta con la mujer, al momento de decidir si interrumpe su embarazo. Aquí la mujer está enfrentada a si misma, a sus miedos, fantasmas e incertidumbre por el futuro que se le viene encima. No existe algo que atente más contra la intimidad de la mujer y la debe enfrentar sola.

Resulta fuera de lugar una discusión, como la que se dio en el Tribunal Constitucional: abogados expertos en cuanta ley se puede ser experto, fundamentalistas en sus juicios, discutiendo si abortar era o no constitucional, si se atenía a derecho, si se estaba defendiendo la vida.

A nadie se le ocurrió preguntar a las mujeres que están en esta situación, cuanto se sienten respaldadas por la Constitución, por la legalidad vigente. Nadie averiguó en cuanto las ayuda este respaldo.

Los hombres podemos levantar mucha polvareda sobre el aborto, pero serán sólo reflexiones académicas. No estamos hechos para poder imaginarnos la situación, la angustia, la desesperación de una mujer que ha quedado embarazada producto de una violación. No podemos ni siquiera aproximarnos al tema.

Nunca he tenido participación alguna, ni directa o indirectamente, en la decisión de efectuar un aborto. Y ojalá que la vida no me ponga en esta situación. La encuentro dramática, destructiva, aniquilante. Todo mi ser se rebela frente al hecho.

Pero, si una mujer, producto de una violación, decide abortar, no la condeno y respetaré su decisión, aún cuando no la comparta. No existe una manera que yo pueda entender el proceso que seguirá su conciencia. Coincidamos que, en ningún caso, saldrá limpia, deberá cargar con el hecho y esperemos que pueda superarlo, para vivir en paz.
   

Tal vez, le solicitaría que denuncie el hecho. Que haga lo posible para que el causante de su drama, pague. Que se haga justicia por ella y por el niño que no nacerá…

martes, 15 de agosto de 2017

Aborto y Monseñor Medina

Monseñor Medina envió a un matutino, una carta en donde fija su posición respecto al proyecto de ley que despenaliza, en tres causales, el aborto.

Es tal su rechazo, que indica que los cristianos no deberían votar por aquellos candidatos que apoyaron este proyecto. No contento con esto, añade que los católicos que también apoyan esta despenalización, “no están en condiciones de recibir los sacramentos…”. Incluso, concluye en que “ni se les conceda, un funeral público, según los ritos de la Iglesia Católica”.

Monseñor Medina tiene todo el derecho, como cualquiera de nosotros, a dar su opinión sobre este tema y cualquier otro. Ha escalado dentro de la jerarquía de la Iglesia a niveles tales, que ejerce cargos de responsabilidad en El Vaticano. De esta forma, su opinión siempre será, no sólo escuchada, sino, además, dada a conocer por la prensa que concibe a la Iglesia Católica en términos fundamentalistas.

El trasfondo no es que Monseñor Medina está en contra del aborto, sino que, cuando emite sus opiniones, juzga, descalifica, separa, aleja y condena. Sin duda, que él tiene clara la verdad que le permite decidir quién puede ser católico, quien puede comulgar y quien se salvará (atribución que el catecismo que aprendí en el colegio, decía que pertenecía únicamente a Dios).

A mayor abundamiento, el cardenal pertenece a la Iglesia Católica Apostólica Romana que tiene su origen en el Mensaje de Jesús, que ha llegado a nosotros, a través de los Evangelios.

Y los Evangelios nos indican que Jesús se mezcló con todo tipo de gente. No puso condición alguna a quien quiso acercarse. Pordioseros, leprosos, prostitutas, no importaba, no rechazó a nadie.

¿Dónde están los que te condenaban? Yo tampoco te condeno. Vete y no sigas pecando, le dijo a la mujer adúltera, según nos cuenta San Juan, en su Evangelio.

¿En cuál momento de la historia se olvidaron estas enseñanzas, como para que un Cardenal católico, hoy, decida sobre el bien o el mal de todo lo que hacemos y, además, nos juzgue?

Tema complejo. Es muy fácil, también, caer en descalificaciones, tratando de analizar los dichos de este sacerdote.


Así que démosle a Monseñor Medina, Príncipe de la Iglesia, el beneficio de la duda y pensemos que existe la posibilidad que sea solidario con los Bienaventurados que tienen hambre y sed de justicia o que pueda expresar, según el Evangelio de Lucas, su solidaridad con los pordioseros que recogen las migajas que caen de la mesa del rico…

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