Según las imágenes de los
noticiarios de la televisión, la gran mayoría de las personas que en la noche
del 11 de septiembre, instalaron barricadas y prendieron fuegos en algunas
avenidas y calles de Santiago, no habían nacido cuando volvió la democracia en
1990.
Dentro de la
población de la Capital, este día es sinónimo de disturbios al oscurecer y
todos los habitantes se preocupan de llegar a sus casa, más temprano que de
costumbre. Pagan las consecuencias,
oficinas y locales comerciales que deben cerrar más temprano para dejar partir
a sus trabajadores. Especialmente, a aquellos que viven en sectores más conflictivos.
Santiago se recoge temprano, este día.
Carabineros informó que estos
disturbios fueron 60% menores que los ocurridos el año anterior.
¿Ocurrirá en algún momento que nadie recuerde este día como algo especial?
¿Quién recuerda el día en que se sublevó la
Marina contra el Presidente Balmaceda,
en 1891? ¿O el derrocamiento de Arturo Alessandri, el 25?
Sin duda que, especialmente, el
91, la fecha de sublevación debe haber levantado controversias y producido
conflictos. Sobre todo si consideramos que este levantamiento terminó con dos
batallas, Con Con y Placilla, que derramaron mucha sangre de chilenos.
Pero hoy, ya no tiene relevancia
ni resonancia alguna. Nadie se acuerda, nadie alega y el día transcurre
normalmente.
Lo mismo ocurre con el golpe del
año 25, que curiosamente, fue también el
11 de septiembre.
Claro que no he escuchado a
ningún orador, ese día, referirse a ambos golpes de estado. Todos se refieren
al último.
Es dable preguntarse hasta cuándo
ocurrirá esta celebración o conmemoración, dependiendo del lado desde el cual
se mire, con disturbios callejeros. El tiempo todo lo borra, se afirma.
Entonces, algún día el 11 de septiembre en Chile, volverá a ser sólo un día
más, en que la vida fluya normalmente.
Tal vez, sea cosa de algunos años
más, para que la fecha sólo tendrá valor en los libros de historia…