jueves, 25 de diciembre de 2014

El fallo del atropello


El fallo que tuvo el segundo juicio contra Martín Larraín, fue 3 a 0,  unánime, en declararlo inocente.

Muchos observadores, que han saturados las redes sociales, asumen que la cercanía de la familia del acusado con el poder político y económico, pudo influir en la decisión de los jueces, más allá de las leyes, directa o indirectamente, perjudicando a la familia, de escasos recursos, del atropellado Hernán Canales.

Se han argüido muchas razones para reclamar sobre el fallo, pero, hasta el momento,  ninguna ha sido de un peso tal como para presentarla ante una corte e implique dar vuelta, nuevamente, el resultado del juicio. Sobre todo, considerando que, tanto la defensa como la fiscalía, fueron escuchadas, presentaron sus pruebas, interrogaron a testigos y dieron a conocer sus planteamientos sobre la situación.

En un régimen democrático, los tres poderes del Estado están separados y son plenamente autónomos. Los jueces dedican sus vida a esta labor y se preparan lo más profesionalmente que quepa esperar.  Desde esta perspectiva, no podemos presumir intención alguna por parte de sus integrantes, como no sea la de administrar justicia dentro de nuestro país, en los litigios que se les presenten, de acuerdo a la interpretación que sus conciencias hagan de las leyes.

En particular, hoy la absolución de Martín Larraín puede que no nos guste o moleste en extremo, pero es perfectamente factible que, mañana, estos mismos jueces, puedan fallar, en otra situación, en una dirección que nos satisfaga o favorezca. Por tanto, queda como tarea, para quienes se dicen partidarios de una democracia, aceptar los fallos que emitan los tribunales, atendidos todos los procedimientos que la ley determine.

Tengamos siempre presente que, pese al dolor que se ve involucrado en estas situaciones, se trata de hacer justicia, no de vengarse…

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