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El Mamo Contreras, murió en la cárcel,
cumpliendo una condena de más de 500 años.
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El ex Fiscal Torres Silva, hombre fuerte del
régimen militar, ha sido condenado a 10 años de prisión efectiva, por el caso
Berríos. Ingresó anoche a Punta Peuco.
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Un sub oficial de Carabineros ha logrado, en polémica decisión, que la Corte
Suprema le otorgue libertad condicional, luego de cumplir parte de su condena
por el caso Degollados.
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El general en retiro Ramírez Rurange, se suicidó
al enterarse que debería cumplir 10 años de cárcel.
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El coronel en retiro Fernando Castañer es
acusado de prender fuego a Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana.
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El general en retiro Odlanier Mena, ex director
de la CNI, se suicidó, al enterarse de
su traslado de Peñalolén a Punta Peuco.
¿Qué tienen en común estas 6
personas?
Qué todas, durante la dictadura y
en los años posteriores, realizaron un trabajo sucio, muy sucio y que significó
la pérdida de vidas humanas.
Y que este trabajo sucio,
favoreció a una sola persona, que murió de causas naturales, que en sus
funerales, le rindieron honores en el patio de la Escuela Militar, con
discursos, con desfiles, que gozó de absoluta libertad, mostró profunda
indiferencia por quienes lo acompañaron en su gobierno y total olvido de su
frase “si le tocan un cabello a uno de mis hombres, se acaba el estado de
derecho”.
Se dice que el objetivo de dar a
conocer los atropellos de los derechos humanos, es que las generaciones
posteriores tengan cuidado de caer en lo mismo. Ojalá que así sea, que nuestro
país no vuelva a sufrir, nunca más, las aberraciones que se cometieron.
Y añadamos que, cuando la
dictadura termina, siempre terminan, los que ejecutaron el trabajo sucio, sufren
peor suerte que el dictador que dio las órdenes. Esto es una constante.
Revisemos la historia de la Savak, la Stasi, los Tontons Macoutes, las purgas
dentro de la KGB, las policías secretas de Trujillo, Pérez Jiménez, Batista,
Stroesner y podemos seguir con una larga lista. Todos fueron olvidados, cuando
al dictador le llegó el momento de arrancar, rendirse, entregar el poder o ser
muertos como Trujillo y tuvieron que enfrentar la justicia o la venganza de sus
conciudadanos, sin mayor defensa que aquella que ellos mismos podían
proporcionarse. Claramente, a todos les fue pésimo.
Entonces, quien obedezca órdenes
de reprimir, órdenes de torturar, órdenes de sojuzgar, eliminar o matar, cualquiera
sea la justificación, llegada la hora de la verdad, deberá rendir cuentas,
teniendo siempre presente que quien ordenó, si llega a mover un dedo, sólo será
para tratar de salvarse a sí mismo y punto.
En esta historia, la solidaridad
no existe y menos aún, si la esperamos de un dictador…