Ni Piñera es lo mejor, ni Guillier es lo peor. Digámoslo al
revés: Ni Guillier es lo mejor, ni Piñera es lo peor.
Ninguno de los dos, tiene un hada madrina, una varita mágica,
descubrió la piedra filosofal o esconde el santo Grial.
A la edad que ambos candidatos tienen, a la fecha, ya han
dejado suficiente historia como para conocerlos. Y como dice el Evangelio de
San Juan, quien esté libre de pecado, lance la primera piedra.
De manera tal, ninguna candidatura puede afirmar que tiene
mejores equipos, o más preparados o está más afiatado, que tiene más
experiencia, diversidad o que lo apoya la historia.
Ningún participante en los comandos, tampoco, puede afirmar
que la verdad está de su lado, que garantiza el crecimiento o la paz social y
que el otro lo hará todo mal.
O decir que con un candidato a Chile le va a pasar tal cosa y
con el otro algo mucho peor, es sólo especulación. No existe manera de saberlo
o adivinarlo. Y a la hora de los quiubos, cada uno sabe por cual lado se apea
del caballo. Nadie puede asegurar pleno empleo, ni que tendrá a todos los
estudiantes, en las salas de clases estudiando.
Esto, es ver al mundo en blanco y negro. Separarlo en amigos y
enemigos. Creer que, quien no piensa como yo, está equivocado. O actuar como si
el Muro de Berlín, no hubiera caído.
Se dice que algunos animales ven en blanco y negro. Parece que
algunos humanos también, cuando hablan de política. El problema es que la historia
está llena de estos casos y con tristes resultados.
Stalin, Hitler, Franco, Oliveira Salazar, Marcos, Trujillo,
los Somoza, los Castro, la dinastía Kim, Stroessner y no olvidemos lo autóctono,
todos dividieron el mundo en buenos y malos, blanco y negro, verdad y mentira.
Y, por supuesto, yo soy el bueno, el blanco y el poseedor de la verdad. Ni una
posibilidad de estar yo, equivocado.
Pero esto se trata de una elección presidencial, en un régimen
democrático, en un país donde todos nos conocemos y nadie sobra. ¿Tiene cabida
entonces, yo soy bueno y tú eres malo? ¿No existirán, sólo por casualidad,
puntos intermedios? ¿No tendrá mi contendor tanta razón, desde el punto de
vista de sus planteamientos, como yo lo tengo de los míos?
La soberbia, esa que me indica que la verdad está de mi lado y
todo el resto vive equivocado, no resulta ser buena consejera. Crispa los
nervios y polariza situaciones.
Tengamos todo esto presente, al momento de votar porque, a fin
de cuentas, salga quien salga, Chile no se vendrá abajo, ni desaparecerá del
mapa. Además, al día siguiente de la elección, cualquiera sea el triunfador,
todos los chilenos deberemos levantarnos y partir a trabajar o a estudiar. No
habrá cambiado nada…