miércoles, 20 de octubre de 2010

¿Héroes?

Darles la categoría de héroes frente a una experiencia que no pidieron, no se ofrecieron de voluntarios y tampoco sirvió para algún hecho que favorezca a la humanidad toda, me provoca cierta incomodidad. Además, como lo dijo el sicólogo a cargo de su asistencia, tampoco sirven como ejemplo de vida. Son, a fin de cuentas, trabajadores que vivieron una atroz experiencia, en el marco de su trabajo cotidiano.

Imperdonable quienes nos consideramos, en algún momento, los jaguares de América del Sur, que nos reímos de la situación política, económica y social de nuestros vecinos latinoamericanos, que apostamos sobre el año que seremos un país desarrollado, que insistimos en crecer al 7%, mantengamos situaciones laborales que permitan hechos tan agraviantes para estos trabajadores.

Impresentable, luego de 17 años de una dictadura “modernizadora” como dicen los partidarios que le van quedando, más 20 años de Concertación.

Hemos visto en la prensa, a la actual Ministra del Trabajo anunciando envíos de proyectos de ley al Congreso, sobre materia de resguardos laborales. Y hemos visto, también, a ex ministros de gobiernos de la Concertación diciendo que estas leyes ya existen. Y efectivamente existen. Las Mutuales de Seguridad son antiguas en nuestro país. Y las condiciones de seguridad mínimas que se deben cumplir, están definidas hace mucho tiempo.

Sin embargo, estas leyes no impiden o su fiscalización es insuficiente o su incumplimiento permite, a bajo costo, que los empresarios favorezcan la consecución de las utilidades de la empresa, por sobre condiciones de seguridad de sus trabajadores.

Actitud que ha sido refrendada, aceptada y tolerada por nuestros legisladores, nuestros gobernantes y, como fin último, por nosotros, los electores.

¿Cuál debería ser, entonces, nuestra actitud hacia estos 33 seres humanos?

De solicitar perdón por hacerles vivir esta horrenda experiencia, Darles a conocer nuestro pesar por el impacto en sus existencias diarias, en sus familias, parejas, hijos. Deberíamos buscar una manera de indemnizarlos, darles un par de golpecitos en la espalda, mirar al suelo para ocultar nuestra vergüenza, y dejarlos tranquilos para que puedan enfrentarse a si mismos y superar el trance.

No son héroes, son víctimas…

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