domingo, 4 de octubre de 2015

A propósito del plebiscito...



Con la cercanía del 5 de octubre, me propuse escribir unas líneas atingentes al plebiscito de 1988.

Empecé varias veces. Probé distintos enfoques. Traté de hablar de todo lo que había pasado y de imaginarme el futuro. Describí el esfuerzo que hicimos esa noche, todos aquellos que estuvimos formando parte del recuento de votos del NO. Acusé, también, la larga lista de atropellos a los derechos humanos, de los desaparecidos.

En fin, una larga lista de posibilidades que no lograba hilvanar o darle un orden lógico, para expresar mis sentimientos. Porque así traté de escribirlo: no haciendo una historia de hechos, sino  de las emociones que iban apareciendo a medida que avanzaban los cómputos.

Pero, en mi mente, se entremezclaban hechos con emociones, claro indicio que se presenta cuando trato de escribir de algo que no tengo del todo superado o cerrado. Tampoco podía pasar por sobre este enredo. Y, más encima, seguía en el punto de partida: con la hoja en la pantalla, en blanco. Aún no aparecía carácter alguno.

Al final, concluí que no debía darme tantas vueltas, ir más al grano y  mejor limitarme, solamente, a expresar lo que, en el hecho, era lo medular del tema.

Y esto, eran sólo dos ideas:

La primera de ellas, era expresar la inconmensurable alegría que significó darme cuenta que no estaba equivocado, como tantas veces llegué a temerlo: la mayoría de los chilenos queríamos vivir en un país en paz y sin ataduras, que la dictadura, con sus agresividades y violencia, debía irse…

La segunda de ellas, era recordarles a quienes lo vivimos y contárselo a quienes aún eran muy pequeños o no habían nacido, que al día siguiente del plebiscito, el 6 de octubre, el sol iluminó mucho más fuerte y entibió muy profundamente el alma de todos los chilenos…

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