Recuerdo en plena crisis de 1978, por las islas del Canal
Beagle, con Argentina, yo pensaba que la soberanía sobre aquellas 3 islas, no
valía la vida de ningún chileno. Me significó más de alguna discusión, pero
también encontré, sorprendido, apoyos que nunca imaginé.
Hoy, a propósito del fallo de La Haya, en relación con el
interés boliviano en tener salida al mar, mi planteamiento no ha cambiado. He
visto en las redes sociales, recuerdos sobre la declaración de guerra entre
nuestros dos países, en 1879. Y en la prensa, he leído con asombro, flamígeras
declaraciones de algunas personas, que con tal de aparecer en un diario, a
página completa, dicen las barbaridades necesarias para que las publiquen.
Tengo claro que los tratados son para respetarlos. No se
puede alegar, a posteriori, que no tienen validez. Pero, también debemos tener
claro que la tierra es una sola y todos debemos vivir en ella de la mejor
manera posible. Y las posiciones extremas o inflexibles no sirven de mucho, como
no sea para echarse, gratuitamente, enemigos encima.
Siempre me he sentido orgulloso de la historia de nuestro
país. Pero la historia sirve para contarla, recordarla o celebrarla. Pero no para
vivir de ella. Un par de veces, compatriotas partieron al norte a reivindicar
posiciones. Como dice el himno, volvieron no todos los que partieron faltaron
aquellos que murieron.
De esto hace más de 130 años. No podemos pretender que las
circunstancias que motivaron estas gestas, se mantengan inalterables. Y aceptar
estos cambios no es faltarle el respeto a quienes quedaron enterrados en el
desierto o en la sierra peruana.
Así entonces, ya adentrados década y media en el siglo XXI,
más que pensar con criterio decimonónico, deberíamos mirar hacia adelante. Y,
en este sentido, Europa es un muy buen ejemplo.
Hace 70 años, ese continente, destruido, terminaba la peor
guerra que ha soportado la humanidad. Lograda la paz, se reconstruyó,
limó asperezas, descartó caudillismos, superó desconfianzas y hoy tienen una
comunidad económica, incluso con la misma moneda.
¿Faltará mucho para que en Latinoamérica, donde compartimos orígenes
étnicos, culturales, religiosos, podamos llegar a algo parecido?
En ese momento, la salida soberana al mar ya no tendría
sentido. Mientras, la alternativa de dialogar no puede descartarse…
No hay comentarios:
Publicar un comentario