La Araucanía
era la única región que la Presidente no había visitado en los dos años de su
mandato. El viaje se realizó sin avisar con anticipación, teniendo claro que
dos cosas no podían suceder posteriormente. La primera, que se hablara de las actividades
que la Presidente sostendría en Temuco. La otra, que los medios de prensa analizaran
dicho viaje, porque todos coincidirían: el viaje no
había servido para nada, que era sólo un volador de luces y que ni siquiera se
había señalado una línea de acción para mejorar la situación belicosa de esa
región.
¿Cuál era la
mejor manera de lograr ambos propósitos? Creando un hecho político tal, que
cuando alguien comentara, escribiera, mostrara algo respecto a este viaje, su
asociación no fuera la inutilidad de los recursos allá desplegados, sino hacia
algo o alguien con la suficiente fuerza de presencia, que distrajera la
atención.
Y qué mejor,
para estos efectos que utilizar a su Ministro del Interior. Entonces, el tema
no es a quien se le olvidó avisarle, si no que estaba planificado que así
sería.
O sea,
Burgos declarando, cuando la Presidente estuviera por la Novena Región, que no
había sido informado, permitía distraer la atención desde los detalles del
viaje, al eventual conflicto entre la Presidente y el Ministro del Interior.
Algunas
pruebas al canto.
El cargo de
Ministro del Interior es de exclusiva confianza del Presidente de la República.
No exite otra lectura. Por consiguiente, no tiene lógica alguna que si Burgos
sobraba en el viaje, sobraba también en el gabinete y Bachelet no pidiera, sin más, su renuncia.
Análogamente,
si el error o la omisión la hubiera cometido un funcionario subalterno, su
cabeza debió haber rodado. Tampoco ocurrió.
Se
sucedieron las reuniones en la Moneda, primero con Burgos y Pizarro,
posteriormente. Las conclusiones de las reuniones, cortas, por lo demás, fueron
que estas situaciones no deberían volver a repetirse. Y todos sonrieron a las
cámaras.
Es más, 48
horas después, todos los presidentes de partidos de la Nueva
Mayoría, se reunieron con los ministros políticos, para coordinar
procedimientos y evitar, así, malos entendidos en el futuro. Llegaron,
entonces, a la misma conclusión y también, todos sonrieron a las cámaras.
Por eso,
cuando Camila Vallejos, en la entrevista a El Mercurio el sábado, sostuvo que
la Presidente debió pedir la renuncia o el Ministro debió haberla presentado,
Burgos reaccionó tan violentamente. Lo estaban sacando de libreto.
Cometió,
como Ministro de estado, un error de cálculo con sus palabras: descalificó
irónicamente, a un diputado elegido democráticamente, cuyas opiniones, aunque
no sean compartidas, son siempre
respetables.
Presidentes
de partidos de la Nueva Mayoría coincidieron en discrepar, pero no
descalificaron. Fueron, en ese sentido, más prudentes que el Ministro del
Interior, que apagó el fuego con bencina y permitió que el matutino,
creara un hecho político que perjudica a la Presidente, su gobierno y a la
coalición que la respalda.
Todo como
consecuencia de un viaje que no tuvo hora de partida…
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