“Yo me retiré de los
negocios hace tres años, así que jubilar a los 80 sería perfectamente posible,
o a los 75 años”, comentó, según Elmostrador.cl, Sergio de Castro, ministro de
hacienda durante la dictadura y uno de los cerebros de la política económica
neoliberal, implantada durante ese gobierno.
Es dable pensar que en 40 o
60 años más, sea atingente una discusión sobre subir hasta esa edad, el momento
de jubilar. Pero hoy resulta un despropósito. Son privilegiados por la vida los
que podrían llegar, en condiciones físicas y mentales para mantener una jornada
laboral de 45 horas a la semana.
Surgen, a raíz de estas
declaraciones, algunas interrogantes que habría que plantearle al ex ministro.
Por ejemplo, la hora en que partía al trabajo en el frío del invierno; cuánto
demoraba en llegar a su lugar de trabajo, en metro o micro; cuánto trabajo
pesado, tal como lo define la Dirección del Trabajo, le correspondió realizar;
las lagunas que debió soportar en sus cotizaciones, por sus períodos de cesantía
y cuánto, en su largo período de trabajador activo, le acompañó la salud.
Realmente, si pudo llegar
en buenas condiciones físicas y mentales, podría dar a conocer su receta. Nos
serviría de ejemplo o de guía a todos los que nos faltan, aún, algunos años.
Pero la verdad que subyace
es otra. Plantear que es posible jubilar a los 75 u 80, como una manera de
lograr que los trabajadores pudieran tener más años cotizados y disponer, así,
de mejores jubilaciones, es plantear una solución, cuyo único propósito es
esconder el fracaso de la política neoliberal de pensiones. Desde su
perspectiva, es válido plantear una solución descabellada y no es válido
reconocer un error o algo que se hizo mal o que pudo hacerse mejor.
No descubriremos ahora, el
dogmatismo en sus planteamientos de todos aquellos que hicieron de El Ladrillo,
su libro de cabecera y el faro que guiaba las políticas neoliberales que
pudieron implantarse en Chile, en un momento que no había libertad, no sólo, de
prensa, que no se permitía detractores, ni críticos que pudieran plantear
alternativas a estas medidas. Podía darse el caso que estos detractores
tuvieran razón o sentido común.
Así se implantaron las AFP.
El sedicente “creador de las AFP” planteaba en una entrevista, hace algún tiempo,
cuánto le costó convencer al general Pinochet que aceptara el cambio de las
pensiones. Al final, el dictador aceptó, pero dejó a las FF. AA. fuera de este
negocio. O sea, el trabajo era convencer
a una única persona.
Preguntémonos, ¿cuánto costaría llevar a cabo este mismo
cambio, en un régimen democrático? ¿La solución final se enriquecería o
empobrecería, gracias al debate que se armaría, al respecto?
La historia, además, nos ha
mostrado declaraciones de políticos, economistas, empresarios que participaron
en este proceso. Coinciden esas declaraciones, que la discusión era el monto de
las tasas sobre las cuales se reajustarían los fondos. O sea, cuanto iba a
mejorar la pensión, por el sólo hecho que las AFP administraran nuestros
dineros.
Pero claro, 35 años después
de implantado el sistema, quienes participaron en su génesis, prefieren dar
soluciones como la del ex ministro de hacienda citado, a reconocer la posibilidad
que, el sistema neoliberal de pensiones tal como lo vislumbraron, con el
tiempo, haya sido superado por los hechos
Mientras, por si acaso,
sería conveniente empezar a cuidar nuestra salud. En una de esas, logramos
jubilar a los 80…
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