Nos hemos enterado, porque toda la prensa lo ha difundido con
grandes titulares, que una sociedad de inversiones de Sebastián Piñera, habría
comprado acciones de una pesquera peruana, mientras se debatía, en La Haya, el
diferendo limítrofe entre Chile y Perú.
Inmediatamente, el tema toma la agenda nacional. En todas
partes y por todos los medios, se opina al respecto. Salen atacando, diciendo
que es un tremendo conflicto de intereses y rasgando vestiduras, algunos y
otros, defendiendo la postura del ex presidente, cuando afirmaba, con una cara
de total inocencia, que él… no sabía nada.
No es primera vez que este político y empresario, se ve
envuelto en esta clase de controversia. Recordemos que, cuando asumió la
presidencia, mantenía en su poder unas acciones de Colo Colo y se expuso,
durante un buen tiempo, al escarnio público por su negativa de venderlas o
traspasarlas a un fideicomiso. Las acciones de ese club deportivo, ni ningún
otro similar, son de una importancia tan estratégica, como para que hubiera
justificado pasar por todos los malos ratos, las discusiones a través de la
prensa y no traspasarlas oportunamente, cosa que al final, hizo.
También al comienzo de la campaña presidencial, debió pagar
una multa, a la súper de sociedades anónimas, por haber comprado acciones de
LAN, utilizando información privilegiada. El monto fue 19.470 UF. Algo así como
510 millones de pesos, al valor actual de la UF.
Entonces, existe una línea que se puede analizar, respecto si
tuvo o no antecedentes sobre la venta de acciones de la pesquera peruana.
Cuesta creer, que un empresario de esta envergadura, no tenga noticias respecto
a que hace su empresa de inversiones. En definitiva, él es el responsable
último de todo lo que haga la sociedad y las consecuencias de estos actos.
Pero, queda claro que esta es una discusión de nunca acabar.
Se presume inocente hasta que no se demuestre lo contrario. O sea, para poder
enrostrar a Sebastián Piñera, que él sabía de esta compra de acciones, es necesario
demostrar que efectivamente, tenía conocimiento de ello. No se necesita ser
experto en litigios para darse cuenta de la dificultad que entraña una causa de
este tipo.
Hilando aún más fino, el problema no es si supo o no. El
problema es entender por qué, el ex presidente insiste, en verse metido en
problemas de este tipo. Un político o empresario de esa envergadura, con su
experiencia, con los cargos que se ha investido, debería tener más prolijidad
en lo que hace o dice que se hace. No puede quedar tan expuesto.
La pelea por enfrentar este tipo de acusaciones, no lo
ensucian sólo a él, sino que a toda la clase política y, de paso, a la
empresarial. No tiene ningún sentido someterse gratuitamente, a los denuestos
de la opinión pública, por este tipo de situaciones, que no lo hacen subir en
las encuestas, salvo que lo haga adrede. Que él busque estas situaciones, como
una manera de lograr que todos hablen de su persona, que aparezca su nombre en
los titulares de la prensa escrita y de los noticiarios televisivos. Pero esto
ya sería otro cantar.
La transparencia, en un político ubicado a esa altura, y con
expectativas aún más altas, debería ser algo sobre lo cual no se permita dudar.
O sea, cumplir con el viejo adagio romano, que no sólo debe serlo, sino, además,
parecerlo…
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