El nombramiento de Marcela Cubillos como ministro de
educación, lleva inevitablemente consigo, preguntarse cuál es el perfil que
deben tener quienes son nombrados ministros.
Claramente, son políticos que cuentan, por definición, con la
confianza del presidente de la república, quien los nombra por si y ante sí.
Pero esta esta cualidad, no depende de ellos, Es externa a sus perfiles.
Sin duda que el ministro de energía, bienes nacionales,
economía, obras públicas o educación, obedecen a distintas profesiones o
aspectos de la vida cotidiana de nuestro país. Cada ministerio tiene sus
propias particularidades, esferas de acción, profesionales de diferentes áreas y
se esperan, por ende, resultados distintos.
Es dable esperar que el ministro de obras públicas inaugure
puentes caminos, represas o poblaciones de viviendas sociales, asuntos que no
se pueden exigir del ministro de educación.
Sin embargo, se le puede exigir, que tenga clara una cosmovisión
de lo que el gobierno desea construir en educación, preescolar, básica, media o
superior. Cosmovisión que debe incluir valores a transmitir, contenidos,
evaluaciones, organigramas, manejo político para lograr los objetivos de la
cartera. Debe dialogar o lidiar con profesores, alumnos, en más de algún caso
con apoderados e, incluso, con los funcionarios del ministerio. Estamentos que
coinciden en no tener interés alguno en escucharlo.
El ministro debe, entonces, ser capaz de tener las respuestas
que necesita todo el país, aún cuando no se esté de acuerdo. Después de
escucharlo, a nadie debería caberle duda, hacia dónde marchan los esfuerzos del
gobierno.
Característica primordial de este ministerio. Más aún, si
consideramos que el titular de esta cartera debería ser un hombre que venga del
mundo de la docencia o que posea los conocimientos y tenga la experiencia en
educación, para darse a entender, dentro de estos límites, ante todos los
estamentos.
Gerardo Varela, prestigioso abogado, independiente pro UDI y articulista
de El Mercurio. Sin duda, que asumió con sus mejores intenciones, pero no
provenía del mundo político. Desconocía el comportamiento que se espera a ese
nivel y su ironía lo perdió.
El presidente Piñera lo reemplazó por Marcela Cubillos. Su
curriculum: militante de la UDI, diputada por dos períodos, en Ñuñoa y
Providencia, y ministro del medio ambiente del primer gobierno del actual
presidente, después que perdió su reelección a la cámara.
No es dable esperar de ella, una exposición sobre lo que
debería ser la educación en Chile. Su mayor experiencia, al respecto, es que
formó parte de la comisión de educación, mientras fue diputada.
Aunque tal vez, estamos adelantándonos a los hechos y Marcela
Cubillos nos puede dejar sorprendidos por los planteamientos que haga sobre
educación, cada vez que hable con la prensa. O que muestre una fuerte
disposición al diálogo y una gran destreza política, cuando tenga Federaciones
de alumnos gritando, en la Alameda, frente a las puertas del Ministerio.
De no ser así, podríamos pensar que su nombramiento, obedeció
a otras razones. Tal vez, políticas: debía ser un militante de la UDI para
mantener el equilibrio dentro del gabinete. También podrían ser de influencias
familiares. O, simplemente, al presidente, se le ocurrió nombrarla a ella y lo
hizo, sin otra expectativa mayor que le sea leal y capaz de blindarlo, cuando
los dardos vayan dirigidos al gobierno.
Total, después de este cambio de gabinete, quedó flotando en
el aire, que, frente a las variaciones sobre aceptación y rechazo, que muestran
las encuestas, los ministros no son mucho más que una moneda de cambio para
mantener la popularidad en la opinión pública.
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