miércoles, 3 de julio de 2019

Todo por el diálogo


Sentarse a conversar, obliga al interlocutor a abrirse, a escuchar, a dar a conocer sus argumentos y obligarlo a escuchar comentarios adversos o críticas. Imaginemos como a ese interlocutor, al gobierno.

La alternativa es cerrarse al diálogo y que el Congreso rechace cuánto proyecto de ley se presente.

Con esta última, tendríamos al gobierno atrincherado, cerrado en sí mismo, gritando a los cuatro vientos que no lo dejan gobernar, que le cierran todos los caminos, culpando a la oposición de todos sus males, tratándola de antipatriota y aglutinando a todos sus adherentes, en torno a ellos, como una sola derecha unida frente al enemigo común.

Imaginemos al presidente y los ministros del área política, entre ellos el primo, haciendo declaraciones, dando entrevistas, aprovechando a la prensa adicta para acusar a la oposición de obstruccionista, de no querer el crecimiento del país, de no importarle el sufrimiento de los más vulnerables, de su egoísmo que le impide abandonar sus posiciones políticas y todas aquellas campañas de desprestigio que la derecha acostumbra a utilizar.

El diálogo los desarma. Acostumbrados a dividir al mundo en buenos y malos, siendo ellos los buenos que aún creen que el comunismo moscovita es el peor enemigo de la cultura cristiano occidental, deben reflexionar y buscar argumentos sobre los cuales discutirán en términos de igualdad con los partidos que se sienten en la mesa de negociaciones. Cosa a lo cual no están totalmente preparados para aceptarlo como camino para el avance político.

Más aún, no podrán victimizarse. No podrán tratar a toda la oposición en iguales términos, no podrán ver todo en blanco y negro, porque se encontraron con un partido político que no acepta estos términos de convivencia.

Así el gobierno no tiene como aglutinar a sus adherentes porque tiene, a un partido de oposición, que lo impela al diálogo, que le dice que aceptan legislar su reforma, pero negociando las modificaciones pertinentes. Dentro de la negociación, aunque se puede perder o ganar, deben cederse algunos aspectos, pudiendo ser, algunos de ellos, muy difíciles de entregar en el díalogo.

No teniendo un enemigo común frente el cual aglutinarse, en la derecha, empiezan a morderse a si mismos. Aparecen sectores que se niegan al diálogo, que se cierra a la posibilidad de ceder algún punto, como lo hace el gobierno, a cambio de lograr un acuerdo político con la oposición, que no transan posiciones y disparando, fuego amigo, a diestra y siniestra.

Surge como atractiva la alternativa de irse más a la derecha, aún, de la posición de Chile Vamos y del gobierno, que se ve ahorquillado entre el acuerdo con partidos de oposición o la fuga de sus adherentes.

Todo por el diálogo… 

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