Sentarse a conversar, obliga
al interlocutor a abrirse, a escuchar, a dar a conocer sus argumentos y
obligarlo a escuchar comentarios adversos o críticas. Imaginemos como a ese
interlocutor, al gobierno.
La alternativa es cerrarse al
diálogo y que el Congreso rechace cuánto proyecto de ley se presente.
Con esta última, tendríamos
al gobierno atrincherado, cerrado en sí mismo, gritando a los cuatro vientos
que no lo dejan gobernar, que le cierran todos los caminos, culpando a la
oposición de todos sus males, tratándola de antipatriota y aglutinando a todos
sus adherentes, en torno a ellos, como una sola derecha unida frente al enemigo
común.
Imaginemos al presidente y
los ministros del área política, entre ellos el primo, haciendo declaraciones,
dando entrevistas, aprovechando a la prensa adicta para acusar a la oposición
de obstruccionista, de no querer el crecimiento del país, de no importarle el
sufrimiento de los más vulnerables, de su egoísmo que le impide abandonar sus
posiciones políticas y todas aquellas campañas de desprestigio que la derecha
acostumbra a utilizar.
El diálogo los desarma.
Acostumbrados a dividir al mundo en buenos y malos, siendo ellos los buenos que
aún creen que el comunismo moscovita es el peor enemigo de la cultura cristiano
occidental, deben reflexionar y buscar argumentos sobre los cuales discutirán
en términos de igualdad con los partidos que se sienten en la mesa de
negociaciones. Cosa a lo cual no están totalmente preparados para aceptarlo
como camino para el avance político.
Más aún, no podrán
victimizarse. No podrán tratar a toda la oposición en iguales términos, no
podrán ver todo en blanco y negro, porque se encontraron con un partido
político que no acepta estos términos de convivencia.
Así el gobierno no tiene como
aglutinar a sus adherentes porque tiene, a un partido de oposición, que lo
impela al diálogo, que le dice que aceptan legislar su reforma, pero negociando
las modificaciones pertinentes. Dentro de la negociación, aunque se puede perder
o ganar, deben cederse algunos aspectos, pudiendo ser, algunos de ellos, muy
difíciles de entregar en el díalogo.
No teniendo un enemigo común
frente el cual aglutinarse, en la derecha, empiezan a morderse a si mismos. Aparecen
sectores que se niegan al diálogo, que se cierra a la posibilidad de ceder
algún punto, como lo hace el gobierno, a cambio de lograr un acuerdo político
con la oposición, que no transan posiciones y disparando, fuego amigo, a
diestra y siniestra.
Surge como atractiva la alternativa
de irse más a la derecha, aún, de la posición de Chile Vamos y del gobierno,
que se ve ahorquillado entre el acuerdo con partidos de oposición o la fuga de
sus adherentes.
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