Hoy, 24 de diciembre, se acaba la vorágine de compras. Todos
volvemos temprano a nuestras casas y preparamos el ambiente navideño.
Ambiente que es un remanso, dentro de todo la aceleración tan
propia de estas festividades, enfocado hacia los niños, especialmente
los menores, a quienes van dirigidas la
mayor parte de las compras.
Una comida en familia es un evento que no debe nunca pasarse
por alto. No siempre existen las facilidades para juntarse. Hoy, todos hacemos
esfuerzos para lograrlo. Este sentido, caracteriza al 24 de diciembre.
Aunque, si hiciéramos una encuesta dentro de los niños más
chicos, lo más probable es que asocien esta fiesta con el viejito pascuero, al
que, a su vez, asocian con regalos.
No obstante, esta noche, cuando todos estemos sentándonos en torno
a la mesa, con nuestra familia, rendiremos, sin lugar a dudas, un homenaje
silencioso y tal vez anónimo, a la Familia que dio origen a esta celebración.
Si dos mil años después, aún recordamos lo relatado en el
Evangelio de Lucas, algo muy especial traía el niño que ahí nació.
También, Lucas nos cuenta que, sobre el pesebre, los
pastorcitos que fueron a saludar al recién nacido, oyeron un coro de ángeles
que cantaba, anunciando la buena nueva.
No todos le damos a este evento una connotación divina o
simplemente religiosa. Pero, sin duda, que estaremos de acuerdo con el espíritu
que los ángeles, según el evangelista, cantaban esa noche:
…Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad…
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