El Senador Jaime Orpis tiene el triste privilegio de ser el
primer senador que es detenido, mientras está dentro de su período de
parlamentario.
Varios pasos jurídicos debieron pasar para que, en
definitiva, el juez de garantía, decidiera que era un peligro para la sociedad
y lo enviara al anexo cárcel. Así, lo único dable de desear a Orpis, es que la
situación dure lo menos posible y que pueda demostrar su inocencia.
Si fuera encontrado culpable, la condena desde su punto de
vista, sería una carga que debería sobrellevar. Pero desde el punto del sistema
en el cual está inserto, sería sólo una señal de alerta.
Señal de alerta para los empresarios que han aparecido involucrados,
en términos de manipular situaciones en provecho propio, detener impulsos de
legislar sobre aspectos que pueden ser molestos para su empresa o para no
perder cuotas de poder, que se han dado maña de mantener, desde los tiempos de
la dictadura.
Señal de alerta para parlamentarios asociados a mecenas que,
con flujos de distintos monto, les han permitido financiar sus campañas. Y, es
altamente probable que, algún porcentaje, no ha ido a financiar
campañas, sino que ha quedado, por ahí, olvidado y servido, a la larga, para
aumentar el patrimonio de quienes los han recibido. Todo, a cambio de un voto,
en una elección determinada. Puede llegar a ser un buen negocio…para ambos…
A fin de cuentas, el caso de Orpis desata pasiones y vemos
a sus adversarios, levantar la voz y pedir un fallo con una actitud tal, que es
muy fácil confundir justicia con venganza.
Por otro lado, sus partidarios lo defienden, culpando al
juez, a los fiscales, a las policías y todo organismo estatal involucrado,
haciéndolos responsables de este encarcelamiento. Nadie menciona una posible,
pequeña, eventual, autocrítica…
Y sin duda que, a ambos lados, deben existir más
parlamentarios y empresarios, que han dejado de dormir bien, desde un tiempo a
esta parte.
Claro está que, dentro de nuestro sistema parlamentario, quienes pudieran estar involucrados en estas prácticas, son, afortunadamente,
una minoría. No se puede generalizar y estigmatizar a la clase política en
general, por actitudes de unos pocos.
Análogamente, cometeríamos una tremenda injusticia con la
inmensa mayoría de los miles empresarios en nuestro país, de todos los tamaños
y rubros, si a partir de lo que queda escrito en los párrafos de más arriba,
generalizáramos, respecto de todos aquellos que dirigen una empresa.
Se ha levantado una gran polvareda, en este tema, y se
tiende a echar a todos en el mismo saco. Sólo por unos pocos empresarios y
parlamentarios que no tomaron las libertades que otorga la democracia, en pos
del bien común, sino que las aprovecharon en beneficio propio.
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