Incontables han sido las
opiniones sobre la crisis que se cierne sobre Chile, emitidas por dirigentes
gremiales, empresariales, economistas de algún Think Tank, parlamentarios,
ex parlamentarios, ministros, ex ministros y todos aquellos que han tenido al
frente una cámara o una grabadora.
Hablan de crisis, sin
ponerse de acuerdo si la crisis es institucional, política, financiera, de
crecimiento, de confianza o desconfianza en alguien o en algún estamento,
organización, institución o clase social.
Coinciden, eso sí, en
tratar de decir la frase para el bronce, la más acertada, la que los sacará del
anonimato y los volverá a situar en el nivel o en la situación o cargo del
cual, consideran, nunca debieron salir. El sueño del pibe es que todos digan
“fulano tiene razón, eso es”, pero, no solo nadie da la razón al vecino, sino
que ni siquiera se escuchan unos con otros.
También coinciden en evitar
decir cuál sería el camino para salir de la crisis que ellos mismos vaticinan o
diagnostican. Nadie mira al futuro, porque le temen o porque no se les ocurre
idea alguna o porque el periodista que los entrevista no quiere esa respuesta.
Todo, respaldado u
orquestado por una prensa que se nutre con citas agoreras que aportan poco al
futuro de nuestro país, pero ayudan a vender o a conseguir rating. Y leyendo o escuchando noticias, sin duda que
el presente de nuestro país se ve hundido, desde cualquier punto de vista que
se mire. Tampoco se vislumbran soluciones, ni líderes que nos saquen del
atolladero.
Así, mientras sea negocio, no
sólo económico, seguirán apareciendo gurúes haciendo gárgaras con la crisis.
El despertador suena
estridente, de lunes a viernes, en algunos casos, también sábados o domingos, y
el recién despertado, anónimo y sin mayor interés en la cosa pública, debe
levantarse, tomar desayuno y subir a su auto, al Transantiago o al metro, para
dirigirse a un lugar donde debe cumplir con las 45 horas semanales que ordena
el Código del Trabajo.
En su diario rodar, en su cotidianeidad, lo ajeno, se ve lejano. Sin interés. Todos los días seguir la misma rutina, que permita pagar el colegio o la universidad, el arriendo o dividendo, el supermercado o la feria, significa tal desgaste, tal consumo de energía, que no queda mucho tiempo para levantar la cabeza.
En su diario rodar, en su cotidianeidad, lo ajeno, se ve lejano. Sin interés. Todos los días seguir la misma rutina, que permita pagar el colegio o la universidad, el arriendo o dividendo, el supermercado o la feria, significa tal desgaste, tal consumo de energía, que no queda mucho tiempo para levantar la cabeza.
Crisis sería que, a fines
de alguno de estos meses, la liquidación de sueldo venga con un aviso de
finiquito…
No hay comentarios:
Publicar un comentario