domingo, 21 de agosto de 2016

Crisis y agoreros

Incontables han sido las opiniones sobre la crisis que se cierne sobre Chile, emitidas por dirigentes gremiales, empresariales, economistas de algún Think Tank, parlamentarios, ex parlamentarios, ministros, ex ministros y todos aquellos que han tenido al frente una cámara o una grabadora.

Hablan de crisis, sin ponerse de acuerdo si la crisis es institucional, política, financiera, de crecimiento, de confianza o desconfianza en alguien o en algún estamento, organización, institución o clase social.

Coinciden, eso sí, en tratar de decir la frase para el bronce, la más acertada, la que los sacará del anonimato y los volverá a situar en el nivel o en la situación o cargo del cual, consideran, nunca debieron salir. El sueño del pibe es que todos digan “fulano tiene razón, eso es”, pero, no solo nadie da la razón al vecino, sino que ni siquiera se escuchan unos con otros.

También coinciden en evitar decir cuál sería el camino para salir de la crisis que ellos mismos vaticinan o diagnostican. Nadie mira al futuro, porque le temen o porque no se les ocurre idea alguna o porque el periodista que los entrevista no quiere esa respuesta.

Todo, respaldado u orquestado por una prensa que se nutre con citas agoreras que aportan poco al futuro de nuestro país, pero ayudan a vender o a conseguir rating.  Y leyendo o escuchando noticias, sin duda que el presente de nuestro país se ve hundido, desde cualquier punto de vista que se mire. Tampoco se vislumbran soluciones, ni líderes que nos saquen del atolladero.

Así, mientras sea negocio, no sólo económico, seguirán apareciendo gurúes haciendo gárgaras con la crisis.

El despertador suena estridente, de lunes a viernes, en algunos casos, también sábados o domingos, y el recién despertado, anónimo y sin mayor interés en la cosa pública, debe levantarse, tomar desayuno y subir a su auto, al Transantiago o al metro, para dirigirse a un lugar donde debe cumplir con las 45 horas semanales que ordena el Código del Trabajo.

En su diario rodar, en su cotidianeidad, lo ajeno, se ve lejano. Sin interés. Todos los días seguir la misma rutina, que permita pagar el colegio o la universidad, el arriendo o dividendo, el supermercado o la feria, significa tal desgaste, tal consumo de energía, que no queda mucho tiempo para levantar la cabeza.

Crisis sería que, a fines de alguno de estos meses, la liquidación de sueldo venga con un aviso de finiquito…

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