Dos
factores, al menos, deben considerarse, en cualquier análisis que se haga sobre
el sistema de pensiones: uno, desde el punto de vita del imponente. Desde el
punto de vista de la institución que recibe las cotizaciones y debe pagar las
pensiones, el otro.
El
cotizante
El
imponente, el trabajador que, mensualmente, aporta o debería aportar, un
porcentaje de su sueldo para incrementar su fondo de jubilación, alega que la
pensión que recibirá, es un monto muy reducido, en relación a sus últimos
sueldos. Aquí debemos considerar otros dos aspectos.
Uno, es
la cantidad de años que el trabajador cotiza en el sistema. Si se empieza a
trabajar entre los 20 0 25 años de edad, al momento de jubilar, deberían estar
cotizados poco más de 40 años. Cabría preguntarse, ¿cuántos trabajadores lo
logran? Tengamos claro que existe una relación directa, entre los años
cotizados y el monto de la pensión. Menos años trabajados, menos dinero para
jubilación. Y esto ocurrirá en cualquier sistema.
Dos, si
un trabajador mantiene, durante toda su vida productiva, un sueldo bajo el
sueldo promedio de los cotizantes, no puede pedir que, el monto con que vivirá
cuando deje de trabajar, mejore su nivel de vida o, siquiera, mantenga el que
ya tiene. Sobre todo, en un sistema, al cual hemos llegado en Chile, que se
caracteriza por pensiones magras, por decir lo menos. Se da el caso de
trabajadores que cotizan por un monto menor que el porcentaje que corresponde a
sus ingresos. Aquí, si la pensión no da, no se puede reclamar
El
pagador
Las AFP.
Las AFP
representan el paradigma del sistema de capitalización individual, de fondo de
pensiones. Sistema que, durante bastante tiempo, ha estado en el ojo del
huracán, respecto al monto de las pensiones que cancela a quienes han jubilado
en este sistema y respecto a las comisiones que cobrar a los imponentes.
Quienes
defienden este sistema, empresarios o dirigentes de organizaciones
empresariales o funcionarios de ONG asociadas a la derecha, que lo dicen como
si fuera un axioma o un dogma y sin respaldar la información con antecedente
alguno, sostienen que el sistema de reparto ha fracasado en el mundo. No tienen
otra opción. Se han visto favorecidos con la creación de las AFP y el flujo que
ha existido, desde ese entonces, en dos direcciones.
Una de
ellas, a financiar, con aportes de capital o comprando bonos, los grandes
conglomerados, los grandes holdings o las grandes sociedades anónimas, del
retail, de los servicios, seguros o financieras.
El otro,
cancelando generosamente, dietas por asistir a los directorios de la AFP. Según
lo mencionaba Elmostrador.cl, durante el 2015, hubo directores que cobraron más
de 100 millones de pesos por dietas, al año. ¿Cuál es el origen de estos
dineros?
Es claro
entonces, que no pueden arriesgarse a perder el negocio de administrar los
flujos que pagamos todos los cotizantes, mes a mes. Y claramente, este negocio
ha sido mucho más fructífero para los administradores que para los cotizantes.
Prueba de
ellos, es que hoy en día, de las 6 AFP, 4 pertenecen a fondos de inversión
extranjeros y tiene presencia en una quinta. Ventas en las cuales, los
cotizantes no tenemos nada que decir.
Las Cajas
En el
otro extremo están las cajas de previsión, adalides del sistema de reparto. Quienes
defienden al actual sistema, las dan por quebradas, obsoletas o ineficientes. Ni
tanto ni tan poco.
Existían varias.
Cualquier sindicato o mutualidad que se sintiera suficientemente fuerte, podía
crear una caja de previsión. Cumpliendo condiciones de entrada, empezaban a
funcionar. La Caja Bancaria, la de los trabajadores portuarios, de
ferrocarriles y, sin olvidar CAPREDENA y DIPRECA, por citar algunas. Las más
grandes, ambas estatales, eran la Caja de Empleados Particulares y el Servicio
de Seguro Social.
También
aportaban sus ripios. Estas cajas no pagaban todas, las mismas pensiones.
Algunas eran famosas por dejar a sus empleados jubilados en mejores condiciones.
Se jubilaba por años de servicio y, era importante para tener una pensión
adecuada, no tener “lagunas”. Se entendía por esto, años sin cotizar.
Los
trabajadores cotizaban algo del 20% de su sueldo y también se oían quejas por
lo magro de algunas pensiones. Claro que eran por el resto de la vida del
ahorrante. No se concebía, en ese sistema, que los fondos de algún trabajador
jubilado, pudieran terminarse.
El
sistema de reparto consistía que todos los cotizantes cooperaban a un fondo
común y de ahí se sacaba lo necesario para pagar las pensiones, de quienes
estaban jubilados.
Estas
cajas dejaron de estar en primera línea, en la recaudación de las cotizaciones
previsionales, en mayo de 1981. O sea, quienes las critican hoy, están
criticando una situación de 35 años atrás.
¿Qué
hacer?
El
sistema no tiene solución fácil. Las AFP actuales y un sistema de reparto
representan los dos extremos de un continuo de alternativas.
A mi
juicio, lo que lleva de un extremo a otro de este intervalo, es la solidaridad
que se puede introducir en el sistema. Solidaridad que puede venir de distintos
lados y expresarse de distintas formas: aportes monetarios de los empleadores,
aportes en mayor edad de jubilación de los trabajadores, aportes estatales más
allá del pilar solidario. Naturalmente, alguien debe pagar ese costo. Quien lo
asuma, es materia de análisis y discusión
Cuantificar
la solidaridad que se introducirá en el sistema, pasa por el concepto que se
tenga de sociedad.
Las AFP
representan un sistema absolutamente individualista. Cada uno se rasca con sus
propias uñas. No es casualidad que haya nacido, prohijado por una dictadura de
derecha, sedicente neoliberal.
Pareciera
un contrasentido que, durante los gobiernos de la Concertación un sistema individualista
haya perdurado. La centroizquierda, que representa este conglomerado político,
tiene un factor de solidaridad como motor de crecimiento, que no ha logrado
traducirlo en mejoría de los sistemas previsionales.
Últimamente
se ha hablado de una AFP estatal, que despierta ácidas críticas en los sectores
directivos de las otras AFP. Podría ser un primer paso.
Pero
tienen que darse varios más. Enfrentar a la prensa, a los intereses económicos,
a los quorum en el Congreso, son solo algunos y tal vez, ni siquiera los más
importantes.
Dos
reflexiones finales.
La
primera es que la reforma que se haga, debe ser a un nivel tal que, aunque las
AFP sigan existiendo, tengamos la certeza que el sistema de capitalización individual,
tal como se concibió a comienzos de los 80, en Chile, no tuvo el éxito que se
profetizó. La solidaridad debe introducirse en algún aspecto acabando con el
sistema de capitalización individual, deviniendo así a un sistema más
humanizado
La
segunda, querido lector, es que si Ud. cotiza, cualquiera sea el sistema que cobije su jubilación, una cantidad pequeña, mes a mes
y, además, no cotiza durante largos períodos de su vida laboral, no alegue si la pensión la encuentra muy
baja…
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