lunes, 1 de agosto de 2016

Pensiones II

Dos factores, al menos, deben considerarse, en cualquier análisis que se haga sobre el sistema de pensiones: uno, desde el punto de vita del imponente. Desde el punto de vista de la institución que recibe las cotizaciones y debe pagar las pensiones, el otro.

El cotizante

El imponente, el trabajador que, mensualmente, aporta o debería aportar, un porcentaje de su sueldo para incrementar su fondo de jubilación, alega que la pensión que recibirá, es un monto muy reducido, en relación a sus últimos sueldos. Aquí debemos considerar otros dos aspectos.

Uno, es la cantidad de años que el trabajador cotiza en el sistema. Si se empieza a trabajar entre los 20 0 25 años de edad, al momento de jubilar, deberían estar cotizados poco más de 40 años. Cabría preguntarse, ¿cuántos trabajadores lo logran? Tengamos claro que existe una relación directa, entre los años cotizados y el monto de la pensión. Menos años trabajados, menos dinero para jubilación. Y esto ocurrirá en cualquier sistema.

Dos, si un trabajador mantiene, durante toda su vida productiva, un sueldo bajo el sueldo promedio de los cotizantes, no puede pedir que, el monto con que vivirá cuando deje de trabajar, mejore su nivel de vida o, siquiera, mantenga el que ya tiene. Sobre todo, en un sistema, al cual hemos llegado en Chile, que se caracteriza por pensiones magras, por decir lo menos. Se da el caso de trabajadores que cotizan por un monto menor que el porcentaje que corresponde a sus ingresos. Aquí, si la pensión no da, no se puede reclamar

El pagador

Las AFP.

Las AFP representan el paradigma del sistema de capitalización individual, de fondo de pensiones. Sistema que, durante bastante tiempo, ha estado en el ojo del huracán, respecto al monto de las pensiones que cancela a quienes han jubilado en este sistema y respecto a las comisiones que cobrar a los imponentes.

Quienes defienden este sistema, empresarios o dirigentes de organizaciones empresariales o funcionarios de ONG asociadas a la derecha, que lo dicen como si fuera un axioma o un dogma y sin respaldar la información con antecedente alguno, sostienen que el sistema de reparto ha fracasado en el mundo. No tienen otra opción. Se han visto favorecidos con la creación de las AFP y el flujo que ha existido, desde ese entonces, en dos direcciones.

Una de ellas, a financiar, con aportes de capital o comprando bonos, los grandes conglomerados, los grandes holdings o las grandes sociedades anónimas, del retail, de los servicios, seguros o financieras.

El otro, cancelando generosamente, dietas por asistir a los directorios de la AFP. Según lo mencionaba Elmostrador.cl, durante el 2015, hubo directores que cobraron más de 100 millones de pesos por dietas, al año. ¿Cuál es el origen de estos dineros?

Es claro entonces, que no pueden arriesgarse a perder el negocio de administrar los flujos que pagamos todos los cotizantes, mes a mes. Y claramente, este negocio ha sido mucho más fructífero para los administradores que para los cotizantes.

Prueba de ellos, es que hoy en día, de las 6 AFP, 4 pertenecen a fondos de inversión extranjeros y tiene presencia en una quinta. Ventas en las cuales, los cotizantes no tenemos nada que decir.

Las Cajas

En el otro extremo están las cajas de previsión, adalides del sistema de reparto. Quienes defienden al actual sistema, las dan por quebradas, obsoletas o ineficientes. Ni tanto ni tan poco.

Existían varias. Cualquier sindicato o mutualidad que se sintiera suficientemente fuerte, podía crear una caja de previsión. Cumpliendo condiciones de entrada, empezaban a funcionar. La Caja Bancaria, la de los trabajadores portuarios, de ferrocarriles y, sin olvidar CAPREDENA y DIPRECA, por citar algunas. Las más grandes, ambas estatales, eran la Caja de Empleados Particulares y el Servicio de Seguro Social.

También aportaban sus ripios. Estas cajas no pagaban todas, las mismas pensiones. Algunas eran famosas por dejar a sus empleados jubilados en mejores condiciones. Se jubilaba por años de servicio y, era importante para tener una pensión adecuada, no tener “lagunas”. Se entendía por esto, años sin cotizar.

Los trabajadores cotizaban algo del 20% de su sueldo y también se oían quejas por lo magro de algunas pensiones. Claro que eran por el resto de la vida del ahorrante. No se concebía, en ese sistema, que los fondos de algún trabajador jubilado, pudieran terminarse.

El sistema de reparto consistía que todos los cotizantes cooperaban a un fondo común y de ahí se sacaba lo necesario para pagar las pensiones, de quienes estaban jubilados.

Estas cajas dejaron de estar en primera línea, en la recaudación de las cotizaciones previsionales, en mayo de 1981. O sea, quienes las critican hoy, están criticando una situación de 35 años atrás.

¿Qué hacer?

El sistema no tiene solución fácil. Las AFP actuales y un sistema de reparto representan los dos extremos de un continuo de alternativas.

A mi juicio, lo que lleva de un extremo a otro de este intervalo, es la solidaridad que se puede introducir en el sistema. Solidaridad que puede venir de distintos lados y expresarse de distintas formas: aportes monetarios de los empleadores, aportes en mayor edad de jubilación de los trabajadores, aportes estatales más allá del pilar solidario. Naturalmente, alguien debe pagar ese costo. Quien lo asuma, es materia de análisis y discusión

Cuantificar la solidaridad que se introducirá en el sistema, pasa por el concepto que se tenga de sociedad.

Las AFP representan un sistema absolutamente individualista. Cada uno se rasca con sus propias uñas. No es casualidad que haya nacido, prohijado por una dictadura de derecha, sedicente neoliberal.

Pareciera un contrasentido que, durante los gobiernos de la Concertación un sistema individualista haya perdurado. La centroizquierda, que representa este conglomerado político, tiene un factor de solidaridad como motor de crecimiento, que no ha logrado traducirlo en mejoría de los sistemas previsionales.

Últimamente se ha hablado de una AFP estatal, que despierta ácidas críticas en los sectores directivos de las otras AFP. Podría ser un primer paso.

Pero tienen que darse varios más. Enfrentar a la prensa, a los intereses económicos, a los quorum en el Congreso, son solo algunos y tal vez, ni siquiera los más importantes.

Dos reflexiones finales.

La primera es que la reforma que se haga, debe ser a un nivel tal que, aunque las AFP sigan existiendo, tengamos la certeza que el sistema de capitalización individual, tal como se concibió a comienzos de los 80, en Chile, no tuvo el éxito que se profetizó. La solidaridad debe introducirse en algún aspecto acabando con el sistema de capitalización individual, deviniendo así a un sistema más humanizado

La segunda, querido lector, es que si Ud. cotiza, cualquiera sea el sistema que cobije su jubilación, una cantidad pequeña, mes a mes y, además, no cotiza durante largos períodos de su vida laboral, no alegue si la pensión la encuentra muy baja…

No hay comentarios:

Bienvenidos

Todas las ideas, opiniones, comentarios sobre los temas aquí tratados son bienvenidos...