En el Partido Socialista,
quienes recomendaron realizar las inversiones que hemos conocido por la prensa,
consideraron solamente el punto de vista financiero. Probablemente, incluso, más
de alguno de los integrantes del comité de inversiones hizo gala de su conocimiento
bursátil, para apoyar esta recomendación.
El tema llegó a tal punto,
que las inversiones se hicieron en una ancha muestra de papeles, cumpliendo así,
con una de las principales medidas que debe tomarse para disminuir el riesgo:
no poner nunca todos los huevos en la misma canasta.
Claramente, no hicieron
nada ilegal, pero sin duda, que el tema escapa de los límites de lo meramente
legal. Aquí faltó, por descuido, desidia, comodidad o quien sabe qué, un
llamado de atención para conciliar lo legal con la doctrina, de compatibilizar
los principios con la rentabilidad.
Entonces, siendo un partido
de izquierda, el tema, éticamente, es del todo reprochable.
Más aún, cuando el partido
ha formado parte de campañas en que enrrostran esto mismo a políticos y
organizaciones de derecha, independiente que puedan o no tener razón.
Una vez más, no se ha
revelado como buena mezcla el dinero y la política. Y, una vez más, sale
perjudicada la política. Como también sale perjudicada cuando se habla de
paraísos fiscales.
Si un chileno se lleva una
empresa chilena a un paraíso fiscal, esa empresa no deberá tributar. En modo
directo; no pagará un solo peso de impuestos, a nadie. De ahí el nombre de
paraíso fiscal.
Quien posee una empresa en nuestro
país, debe pagar, al fisco chileno, un impuesto sobre las utilidades. En el paraíso
fiscal, las utilidades no pagan, son gratis.
Si en Chile una empresa
crece, este crecimiento contribuye, en proporción adecuada, a aumentar el PIB
chileno. En un paraíso fiscal, cuando una empresa crece, el único que crece, es
su dueño.
Imaginemos, por un momento,
que en nuestro país sale elegido Presidente de la República, un ciudadano que
tiene empresas en un paraíso fiscal. Como Presidente de la República, este
ciudadano tendrá como principal objetivo que Chile crezca, vaya dejando atrás
el subdesarrollo y alcance los estándares de una sociedad desarrollada.
Claramente, para esta tarea
todos los chilenos debemos cooperar, remar coordinadamente en la misma
dirección, atornillar para el mismo lado y aportar uno más otro y otro granito
de arena. Debemos poner todos nuestros esfuerzos en la consecución del
crecimiento.
Pero ocurriría que el
Presidente de la República no cumpliría con esto. Porque cuando su empresa en
el paraíso fiscal crece, a Chile no le reporta el menor tributo, no llega ni
siquiera una chaucha, como dirían nuestros abuelos, al fisco chileno.
O sea, el Presidente de la
República rema para otra dirección y atornilla para otro lado. ¿Ilegal? En
absoluto, todo se ajusta a la legalidad vigente. ¿Ético?...
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