La
propaganda.
Las intervenciones públicas que Sebastián Piñera realiza,
repiten el mismo esquema: el gobierno actual es malo, está equivocado,
ha destrozado al país, ha disminuido las fuentes de trabajo, las reformas
llevadas a cabo son desastrosas, se estancó el crecimiento. Por el contrario, él
tiene las recetas exactas y precisas, así que su gobierno llevará a cabo las
acciones y tomará las medidas necesarias, con total éxito, para solucionar
todos los males que hoy aquejan a Chile, producto del gobierno de la Nueva
Mayoría.
A fuerza de repetir siempre el mismo esquema, más de alguien
adquiere el convencimiento que el Gobierno, efectivamente, es todo lo malo que
el candidato de la derecha indica. Así también, más de alguien asume que
Sebastián Piñera tiene todas las recetas para que Chile crezca, bajo su
presidencia. Las frases son muy fáciles de recordar y repetir, pero de dudoso
contenido, profundidad o certeza.
Claramente, el diagnóstico que realiza y las soluciones que
ofrece, tienen mucho de slogan y no son verdades absolutas. Es más, las frases
están cargadas de juicios de valor, de adjetivos calificativos que, al calor de
la intervención y escuchadas solo por partidarios, se dejan pasar, nadie las contradice
y casi terminan aceptándose como verdades.
En más de algún caso, las causas y efectos, no guardan
relación o se trata de soluciones cuyas variables, no dependen de la voluntad
del gobierno de turno. Pero no importa, ahí se están repitiendo y con un tono y
carácter tal que habla a sus eventuales electores, como si ya hubiera ganado la
elección.
Más claramente se ve cuando, sus adláteres, se refieren a él,
como “Presidente”. Y cuando dice “vamos a hacer esto o lo otro…”. No se plantea
una situación en que elección sea eventual. Yo ya gané, es lo que pretende
transmitir.
Nada es casual. Obedece a una estrategia de propaganda
pre-establecida. Así debe hablar, esto debe decir y repítalo siempre. Actitud
que, en una conferencia de prensa frente a periodistas incisivos o en un debate
con contendores rápidos de diálogo, no es sostenible porque se vería obligado a
profundizar sus críticas y a precisar sus soluciones. Y el plan
propagandístico, no contempla estas situaciones.
Tampoco planea hablar sobre su gobierno anterior.
Escuchándolo, nadie puede suponer que se trataría de su segundo período. El primero
no existió, no existe la posibilidad de autocrítica sobre lo que podría haber
hecho erróneamente, por el contrario, que se lo planteen, es un despropósito en
su discurso.
Por eso Piñera sólo habla frente a un auditorio cautivo y da
entrevistas a periodistas de su sector o fuertemente pauteados. Así, su comando
ha tratado de evitar un debate televisivo con Ossandón, producto de las
primarias. De otra manera el esquema “ustedes malos, yo bueno” no se sostiene.
Divide al país en buenos, él y sus seguidores, y malos, los
que apoyan al gobierno y los que no lo apoyan a él. Y esto lo hace hablando
alto, golpeado, seguro de lo que dice, mostrando confianza y seguro de ganar.
Por sobretodo, siempre, la imagen de triunfador…
Bien por sus propagandistas.
Los
conflictos de intereses.
La cantidad de artículos que han aparecido en la prensa,
informando sobre conflicto de intereses que involucren al candidato de la
derecha, son innumerables. Considerando, además, que fue citado como imputado a
prestar declaraciones ante la Fiscalía. Se descubrió que tiene empresas en paraísos fiscales, cuyo único objeto es no
pagar impuestos en Chile.
Sin embargo, el inversionista mantiene, impertérrito, los
primeros lugares en las encuestas. Pareciera que los electores decididos a
votar por él o los que creen que será el próximo presidente de nuestro país,
conocen esta arista de su personalidad y, aun así, mantienen su disposición
para marcarlo en el voto.
Algunos con buena memoria, han recordado que, en la elección
pasada, la UDI bajó a Golborne como candidato, porque se descubrió que tenía
una cuenta en cierto paraíso fiscal. El partido de extrema derecha no le aceptó
sus explicaciones y el ex ministro de minería debió declinar su candidatura.
Sebastián Piñera, al igual que Golborne, también, como ya
dijimos, tiene una empresa en un paraíso fiscal. A mayor abundamiento, incluso formada
por hijos y nietos. Pero ahora la UDI
mira para otro lado y no le da importancia a un conflicto de interés que, hace 4
años, no dejó pasar.
Hay dos razones para esto. La primera, Piñera encabeza todas
las encuestas y la derecha cree que está jugando una carta segura a ganador.
Segunda, no tienen candidato alternativo. Piñera es todo o nada. Por eso, un
partido como la UDI, con un gran súper ego, debe aceptarle las particularidades
de su personalidad.
Cuesta, entonces, encontrar alguna causa, por la cual los
partidos de derecha pudieran echar a un lado la candidatura del ex senador.
Debería descubrirse un escándalo de proporciones mayores ilegal o ilegítimo. Y
pareciera que, a esta altura de la carrera, ya nada más puede aparecer, en esos
términos.
Variable que quienes gastan gran parte de su energía en
criticar, por su conducta e intereses, deberían analizar, porque pareciera que,
por este camino, no le hacen mella al candidato inversionista.
La
cercanía a la gente.
Para las primarias de la derecha, Sebastián Piñera deberá
realizar una campaña que abarque todo Chile. No puede correr riesgos. Ossandón
no le va a regalar nada. Será un apronte de lo que venga con la presidencial,
si gana la primaria.
Y ahí veremos a un candidato que no puede arriesgarse a estar
en actos espontáneos, con la gente en la calle o en cualquier otro lugar
abierto. No lo veremos, sábados o domingos, recorriendo ferias libres o
visitando un evento deportivo o artístico.
Lo veremos en actos públicos, pero donde pueda controlar la
asistencia y nada más. Y al aire libre,
sólo rodeado de periodistas y cámaras de televisión, como cuando visitó
Chañaral, después del último temporal.
O sea, en la carrera presidencial, está corriendo un candidato
que, si ganara, debería pasarse encerrado 4 años en La Moneda, porque no podría
caminar en ninguna vereda, ni cruzar una calle o atravesar una plaza o visitar
un mall. Menos aún, asistir a un partido de fútbol de la Selección Chilena, en
el Nacional…
Todo sea por ganar una elección presidencial…
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