lunes, 25 de enero de 2010

Todo un choque...

Figuraba yo detenido en una luz roja de Apoquindo, una primaveral tarde, poco antes que oscureciera.

Sin previo aviso, gran estruendo de choque de latas, vidrios rotos, una violenta sacudida, las cosas sobre los asientos caen al suelo y mi cabeza baila sobre el cuello. Seguido todo de gran silencio.

Claro, hice lo que habría hecho cualquiera. Bajé medio shockeado, a evaluar daños y discutir con el otro conductor. Focos rotos, tapabarro trasero derecho abollado (debe haber rebotado en el neumático, me digo), maleta descuadrada. Afortunadamente, el vidrio trasero y los laterales resistieron el impacto.

Doy vuelta hacia el otro auto. Al instante, se abre la puerta del conductor y se baja...se baja...se baja...

¿Cómo se los explico?

Coincidamos en lo siguiente: cuando uno descubre que las mujeres no son solo esos seres parlanchines y bulliciosos que visitan la casa para tomar once con la hermana, empieza a soñar con la niña ideal de su vida. La modela, le hace ajustes y, sobretodo, sueña con ella. La hace objeto de todos sus anhelos, ambiciones, expectativas. En la Universidad, gracias al mayor contacto con nuestras compañeras ampliamos el horizonte femenino y adquirimos más experiencia Así, el ideal adquiere características que antes ni siquiera imaginábamos. Rasgos, formas, conductas, tamaños, textura. Sólo queda rogar al Cielo que exista y encontrarla...

Bueno..., justamente ella bajó del otro automóvil.

Quedé embobado. No puede ser, existe..., Dios mío, existe...

Se acercó. Miró los daños de ambos vehículos y dijo que no me preocupara, que tenía seguro...Se movía con desplante, manejaba la situación. El pelo caía sobre los hombros. La cara parecía hecha para destacar esos ojos maravillosos, la nariz apenas respingada y esa sonrisa que me dio ánimos para levantarme, imaginándola, e ir a clases tantas, tantas mañanas...

Me costaba respirar. No pestañeaba. El corazón latía entre el cuello y los tobillos. ¿Articular palabra? . De adonde...

Calló... Imagino, esperando una respuesta mía. Pero era imposible...Sólo la miraba.

De improviso, llevó ambas manos a la cara y empezó a sollozar...Que va a decir el papá...(Soltera, creo que pensé), me va a retar... Seguía mirándola...



A poco, el llanto terminó. Se plantó frente a mí, La mirada me atravesó el cerebro, más allá de la nuca. Era unos 10 centímetros más baja. La cara mostraba la huella de las lágrimas. Sus brazos en jarra destacaban los hombros desnudos, que hubiera besado ahí mismo, la cintura y la curva de las caderas. La minifalda, sobre las rodillas, hacían ver piernas firmes y bien torneadas.

A esa altura, no podía cerrar mi boca, hilvanar un pensamiento, mirar hacia otro lado. No podía sacar los ojos de ella. Estupefacto, era incapaz de reacción alguna. Increíble. Cuantas noches me dormí pensando en ella. Imaginaba su cara como protagonista de algún libro o película. Deseaba su compañía en las puestas de sol en el mar, durante los veraneos o cuando escuchaba alguna canción romántica.

Ahora la tenía al frente, a escasos centímetros... Y estaba paralizado.

Frunció el ceño y empezó a hablar fuerte, casi gritando. Los hombres creíamos que manejaban mal, que yo pensaba echarle toda la culpa, que no iba a aguantarlo y, ¿sabís que más?, chao...

Dio, furiosa, media vuelta. El ruedo de su minifalda abofeteó mi cara. Subió al auto, cerró con un portazo, giró las ruedas y, rauda, salió por la otra pista. Dobló en la primera bocacalle que encontró y dejé de verla.

Las bocinas y gritos de los automóviles atascados por el mío, hicieron que volviera a la realidad. Subí al vehículo y partí a casa. No les cuento la sonajera que llevaba.

Evitaré entrar en detalle que pasó con mi familia. Sobretodo que en la emoción, no pregunté nombre, no anoté la patente, ni siquiera me fijé en la marca. Solo recuerdo que era de tamaño mediano y tal vez negro o azul.

Han pasado más de dos meses...Durante todo este tiempo, gracias a que mi mamá aceptó quedar de peatón, he manejado mirando a cuanto automóvil de tamaño mediano, negro o azul, pasa cerca. Me detengo en todos los estacionamientos públicos, en los malls, en la Universidad. Incluso, todos los días, media hora antes de la hora del choque, me paro en la misma esquina hasta que oscurece. Buscándola.

Mis amigos se ríen desembozadamente. Dicen que es puro cuento, que lo soñé. Y he llegado a pensar que efectivamente lo soñé, que no es cierto. Pero cuando recuerdo los comentarios de mi papá por la facturita que le pasó el garage, queda clarísimo que ella existe...

2 comentarios:

Carlos Correa Acuña dijo...

Genial!!! Por un momento pensé que era verdad y me asusté... (motivos no faltan) luego me transporté con la historia y ahora buscaré el famoso auto para ayudar a tu padre a buscar la culpable de la factura...

Unknown dijo...

mmmm... tu experiencia choquistica es muy parecida al excelente premio recibido por Cerveza cristal en su aviso... "El Seguro"...
Abra sido un sueño??? tal vez el "tortazo" abra afectado el cerebro que te llevo a ilusiones de un mundo mejor...???...

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