sábado, 6 de febrero de 2010

Conversacion con Felipe

Pregunta mi hijo Felipe como se sabe cuando uno está enamorado.

Contesto que aún la ciencia médica, expertos, estudiosos, tarotistas, visionarios, opinólgos no se han puesto de acuerdo en cómo definir este estado, pero que no tenga miedo, ni se complique: cuando esté realmente enamorado no le cabrá duda.

Me mira como desconfiando.

Efectivamente, le insisto, nadie ha podido determinar, clara y concisamente, que es estar enamorado. Nadie ha podido definirlo. Podemos determinar pérdidas de apetitos, de sueño, ansiedades disparadas, pero estos son síntomas, no definen el problema de fondo.

Así que no puedo responderle esta pregunta a secas, tendrá que esperar a vivirlo y darse cuenta por si sólo.

De manera tal que debemos seguir caminando por la vida, siendo nosotros mismos y, en algún momento, unos ojos, una sonrisa, una figura, un gesto, en fin, son tantas las formas que el amor puede manifestarse y, en menos de un segundo, dejarnos medios atontados con el encontrón que nos pegamos.

Y esto llegará solo. No debemos buscar ni tratar de apurarnos. La ansiedad o la prisa cierran la puerta a estos momentos tan profundos…

Las últimas escenas de la película Bambi explican a cabalidad la situación. El cervato, el conejito Tambor y el zorrillo Flor, deciden caminar por la vida, manteniendo su amistad y vivir juntos nuevas aventuras. Sin embargo, uno a uno, van cayendo, cuando menos lo esperan.

No puedo afirmar que sea siempre recíproco, como se muestra en la película. No existen elementos científicos de prueba que permitan ser tan categórico. Sin embargo, podemos asegurar que, en un gran números de casos, si lo es.

Estas cosas no ocurren porque si o son simple casualidades. Todos vamos por la vida, emitiendo señales de nuestros estados de ánimo. No pensemos que estas emisiones son necesariamente habladas o con carteles indicando que sentimos en ese momento. Por el contrario, muchas veces son absolutamente inconscientes.

Cotidianamente, nuestros conocidos más cercanos, perciben cuando andamos de buen ánimo o deprimidos, mal genios o somnolientos. Así también, indicamos que tenemos vacante una gran capacidad de amar y de compromiso con el otro sexo. Y podemos encontrarnos con muchos representantes del otro sexo que indican lo mismo, pero pasan de largo.

De repente, en el momento más imprevisto, surge alguien y ambas señales entran en consonancia o están emitidas en la misma frecuencia y ocurre lo inevitable.

Por lo mismo, dada la alta probabilidad que sea recíproco, la peor actitud por parte de quienes pertenecemos al género masculino, es no acercarnos y manifestar lo que está pasando por nuestro ánimo. Quedarnos callado, retroceder o desaparecer de la escena sin hacer caso a lo que nuestros sentimientos nos dicen a gritos, cualquiera sea la causa, es una muy desafortunada actitud.

Y podemos dar a conocer nuestro sentir en forma simple y transparente, sin recurrir a ganar una justa, como en Ivanhoe, o matar un dragón, como en un montón de otros cuentos, ni besar a una damisela durmiendo en el bosque ni andar besando ranas en cuanto estanque encontremos para ver cual es la que está embrujada. El asunto es mucho más sencillo.

Pero, cuidado, una vez comunicados nuestros sentimientos, no esperemos que la respuesta sea como quienes pertenecemos al género masculino, daríamos o quisiéramos escuchar.

Por el contrario, la adolescente, la joven o la dama, según sea el caso, nos aceptará, clara y categóricamente, pero respondiendo en su idioma. Y la naturaleza las dota de una y mil maneras distintas para decir “si”.

De ahí en adelante, depende de los protagonistas…

Espero que esta conversación haya servido de algo a mi hijo Felipe y que tenga claro que, después de esto, la historia no termina. Sólo recién comienza…

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